Amarse con los ojos abiertos
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Bajo el t?tulo de `Amarse con los Ojos Abiertos` (2000) editorial Del Nuevo Extremo presenta una novela original y atrapante. Jorge Bucay y Silvia Salinas narran la experiencia de un hombre y una mujer que se enredan a trav?s del correo electr?nico, dando comienzo al mismo tiempo a una fascinante historia y a un libro de reflexi?n sobre el sentido de la pareja.
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El amor pasa por poder pensar en lo que el otro necesita y en disfrutar si el otro está bien. Todo esto en forma totalmente independiente de si está al lado mío.
Una paciente me decía que no toleraba que su marido disfrutara saliendo con sus amigos, que si él realmente la quería, eligiría salir siempre con ella. Nada más absurdo.
Yo creo que si ella lo quisiera verdaderamente a él, se alegraría de saber que puede disfrutar de una salida con amigos.
Yo intentaba mostrarle que lo que ella sentía era más necesidad de poseerlo que amor, y ella se enojaba conmigo.
En nuestra cultura se confunden las cosas.
No se acepta que pueda querer mucho a mi pareja y a la vez que pueda disfrutar con otras personas.
Parimos siempre de la falsa idea de que la persona adecuada puede y debe darme todo lo que necesito.
En mis grupos de formación de teraperutas de parejas estamos investigando el tema y tratando de pensar cómo se van a dar las relaciones en un futuro. Y una de las cosas que pensamos es que se va a dar amplitud en las relaciones. Así como esta planteada la pareja hoy, vemos que no funciona.
Mi amigo Norberto me decía que él estaba seguro de que en un futuro se iba a aceptar más la posibilidad de tener encuentros íntimos con varias personas. Aceptaremos en última instancia lo que es obvio, que en realidad sí podemos amar a varias personas a la vez, aunque nos relacionemos con ellas de diferentes maneras.
Nosotros como terapeutas sabemos cómo funcionan los amantes en las supuestas relaciones monogámicas de hoy.
Es probable que nuestros lectores se horroricen al leer esto, pero no es cuestión de decidir si está bien o mal. Sólo describo lo que veo, lo que en realidad ocurre más allá de lo que queremos que ocurra.
¿Por qué no empezar a cambiar la mentalidad y validar lo que se da en lugar de seguir intentando relaciones imposibles?
¿Por qué no trabajar con nuestra patológica necesidad de poseer en lugar de crear sofisticados métodos de control sobre nuestra pareja?
¿Por qué no sanar nuestros enfermizos celos en vez de vivir persiguiéndote con la excusa de lo mucho que me dolería perderte?
Creo hablar en nombre de los dos si digo que los celos siempre son (¡SIEMPRE!) un síntoma neurótico, una expresión de nuestros aspectos más oscuros.
Celar es sostener la creencia de que mi amado le da a otra persona lo que solamente yo tengo derecho a recibir de él. O como dice Ambrose Bierce en su Diccionario del diablo : [6] “Celar es temer perder a alguien, que si uno perdiera por lo que teme perderlo…, no valdría la pena haberlo conservado”.
Hay que trabajar más en obtener el vínculo que deseo tener con mi amado que en censurar y controlar sus otras relaciones.
Por lo demás, es importante aprender a soltar.
Es parte de mi credo luchar contra los que proponen que hay que aferrarse a los vínculos. Las relaciones duran lo que tienen que durar, es decir, mientras impliquen crecimiento para ambos, a veces unas semanas, otras toda una vida.
Estar siempre dispuesto a soltar es la única posibilidad de sostener un vínculo renovable eternamente.
¿Cuántas veces soltamos el proyecto del libro? Y sin embargo aquí estamos…, cada vez más cerca de publicarlo.
Lau
iiLos celos!!
Eso era, estaba celoso. Celoso de Fredy, de Carlos, de los pacientes de Laura, de sus hijos, de todos.
Celoso, ¡qué estupidez!
Si, estupidez, neurosis o enfermedad. Estaba celoso.
Por una vez Roberto se dio cuenta de que no iba a estar de acuerdo con Laura. ¿Qué significaba esa apertura absurda de validar? ¿Por qué razón había que validar el derecho que ese idiota tenía a esta relación con Laura?
No era justo que Alfredo siguiera recibiendo los halagos y los mensajes que no merecía. Después de todo, si no hubiera sido por Roberto, Laura hacia rato que habría abandonado el proyecto.
Él debia hacer algo al respecto. Pero ¿qué?
¿Y si…?
¿Por qué no?
Roberto hizo clic en ‘Contestar’.
Querida Lau:
Me encantó tu maíl sobre los celos. Creo que pensaré un poco sobre algunas cosas y te las mandaré en cuanto pueda.
Estoy saliendo para Uruguay y tengo varios viajes pendientes. Como no quiero perder contacto con vos y tus mails , te pido que desde ahora en adelante me escribas a esta dirección [email protected] porque me es mas fácil entrar desde mi Lap.
Te mando un beso.
Fredy
Apreto” Enviar” y se tiró hacia atrás en la silla.
– Jaque mate -pensó Roberto.
El miércoles por la noche llegó el primer mensaje a [email protected] Era de Fredy.
Hola Laura
Para estrenar tu nueva dirección electrónica elegí este artículo que escribió Julia. (¿Recuerdas que te hablé de ella? Es la que vive y trabaja en España, más concretamente en Granada, capital del tango de “la madre patria”). Allí, en Andalucía, Julia y su marido, argentinos los dos, se enamoraron por primera vez del tango. De ese amor salió este texto. Léelo despacito y, si puedes, con un tanguito de fondo…
Bailemos tango, mi vida
La decisión ya estaba tomada: iba a aprender a bailar tango. Es más tenía que aprender a bailar tango. Y esta vez sí que iba a poner todo el empeño escatimado en tantos años de infructuosos intentos (desde los primeros balbuceos con mi padre, hasta aquellas tentativas fugaces, pero llena de vana ilusión, emprendida con la ayuda de abnegados “voluntarios” que alguna vez encontré en el camino). Y como esta vez estaba realmente dispuesta a llegar hasta el final, lo primero que tenía que hacer era tomar clases como Dios manda (es decir con profesor y todo). Así que llena de buena voluntad, encaramada a mis zapatos de tacón, embutida en una falda acorde con las circunstancias y con la mejor de mis sonrisas en el rostro, me planté en aquella sala de baile que tanto me habían recomendado mis amigas.
Pero claro, como es imposible tanta dicha, como tanta perfección nos está prohibida… Como siempre… Faltaba algo. Miré, remiré y, por más que busqué, me encontré de nuevo con la eterna verdad delante de mis narices: solo había cuatro hombres para veinticinco mujeres.
Con todo y con eso no estaba dispuesta a que mi voluntad se viera vencida una vez más. Y me lancé a la pista dispuesta a arrebatarle a cualquiera de las otras venticuatro mujeres alguna de las cuatro codiciadas presas.
Sin embargo, a pesar de mi buena voluntad y a la mejor de mis sonrisas, en una hora sólo pude capturar a un compañero, y durante sólo cinco minutos. A aquel paso, ni en dos años aprendería una sola figura (si es que antes no aparecían por las pista nuevas competidoras). Fue entonces cuando la luz se hizo en mi cabeza y lo vi todo con mucha más claridad: ¡para algo se tiene un marido!
Después de poner en juego mis mejores y más elaboradas maniobras de “manipuloseducción”, conseguí arrastrarlo a la clase. Lo mejor y más increible de todo… es que ¡le gustó!
CLASE PRIMERA
– Lo primero que vamos a aprender del tango es el abrazo -dijo Julio Horacio Martínez, el profesor.
Yo pensé que esto no tendría mucha ciencia, porque abrazarse es algo que todos hacemos habitualmente, de una manera espontánea, qué sé yo… natural, sin aprendizaje previo. Pero no. Al parecer, detrás del abrazo en el tango se esconde algo bastante más complicado.
– En el tango los cuerpos tiene que armar un circuito de tensiones encontradas. El brazo debe estar firme, pero sin empujar. Las piernas en contacto, pero sin asfixiarse ni impedirse el movimiento. Tengan ustedes en cuenta que en este baile el equilibrio no está en cada uno, sino en el centro de los dos, y si no se entienden pueden desestabilizarse. Tienen que aprender a comunicarse para poder disfrutarlo juntos.
Entonces Alberto, mi marido, me tomó en sus brazos, juntas las piernas, con una mano sujetándome de la cintura y con la otra, arriba y firme, para que me sirviera de apoyo. Hasta aquí todo bien…, en teoría, si no fuese porque su mano en la cintura, me tenía suspendida en el aire, sus piernas juntas,… no me dejaban mover, y su mano firme… Era tan firme que me atenazaba los dedos.
– Tu mano debe ofrecer resistencia, de lo contrario te sientes empujada. No se puede bailar con un flan aunque tenga forma de mujer.
Me había llamado ‘flan con forma de mujer’. Eso fue lo que dijo… Y ahí terminó la clase.
CLASE SEGUNDA
– Hoy aprenderemos el paso básico, que son ocho compases. ¿Ven? Uno, dos, tres, cuatro, cinco…, Y en el quinto la mujer debe tener el peso del cuerpo en el pie derecho y entonces, con ese mismo pie y cambiando el peso, ella sale hacia atrás y seguimos, seis, siete y ocho… ¿Entendieron?
Dijimos que sí (no sin ciertos reparos) y empezamos a bailar: uno, dos, tres, cuatro, cinco… Uno, dos, tres, cuatro, cinco… Uno, dos, tres, cuatro, cinco… ¡NADA! No había manera. Alberto estaba empeñado en que yo hiciera el sexto con el pie izquierdo, pero no quería entender que lo tenía cruzado por delante.
– ¡Me estás atropellando¡
– No, eres tú que no retrocedes.
– Pero ¿cómo quieres que retroceda si tengo el pie en el aire?
– Pues las demás lo hacen…
– Las demás lo hacen porque los demás lo marcan bien.
– iAlberto! -se acercó el profesor- «Tenés que tener en cuenta dónde tiene ella el peso del cuerpo. Si no lo hacés, ella no puede salir. Mirá: uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete y ocho. ¿Viste?
¡Qué lindo era bailar con alguien que me entendía! Reconocí que con Alberto me sentía impotente. Me echaba a mí la culpa de sus limitaciones y no quería darse cuenta de que era totalmente imposible seguirlo.
CLASE TERCERA
– Hoy trabajaremos las articualciones del paso básico. En el ocho hay dos tiempos, uno de entrada y uno de salida, tanto en el hombre como en la mujer. Se hacen alrededor de la pareja. El hombre puede optar por darle sólo el espacio o acompañar su movimiento… Por fin había llegado lo que estaba esperando, hacer esos firuletes tan lindos, tan elegantes, tan sensuales… Salgo, entro, salgo… ¿Qué pasa? De pronto estamos haciendo fuerza por no caernos, a cuatro metros uno del otro y a leguas de la elegancia y sensualidad soñadas…