Cinco relatos sobre la falta de sustancia
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Con esta edici?n revisada de los Relatos sobre la falta de sustancia culmina la publicaci?n en esta colecci?n de toda la obra narrativa, hasta la fecha, de ?lvaro Pombo, reconocido actualmente como una de las revelaciones mayores de la literatura espa?ola de la ?ltima d?cada.
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Termina la misa. Y vuelve a casa don Gerardo. Nada sucede. Abajo almuerzan todos los Matildes, ruidosamente, con la tele puesta. La madre de don Gerardo, en el piso de arriba, ese día habla un poquito.
– Gerardo, tuve carta de Teresina (Teresina es la hermana de la madre de don Gerardo) y me dicen que están bien.
– Le das recuerdos de mi parte cuando escribas.
Don Gerardo se detiene mucho esa mañana en todo. Tarda mucho en todo. Tarda tanto que parece que ha perdido la fuerza. Y la ha perdido. La está perdiendo a cántaros y a chorros, porque le ocupa Dios. ¿Pero cómo le ocupa Dios? ¿Y qué Dios es ese? ¿Es ese el mismo Dios en cuya memoria dice don Gerardo todas las mañanas: Este es mi Cuerpo y mi Sangre? Porque quizá hay dos dioses. Ahora hablando en serio: hay millares de dioses y no porque cada hombre tenga el suyo -eso sería una idea repulsivamente barata y fácil de pensar-, sino porque Dios es Ser y ser es -si se es- a miles, millones y billones. ¿Me estoy equivocando? No, no me estoy equivocando. Yo sólo me equivoco cuando me da la gana. (Mejorando lo presente y con perdón de los presentes.)
Oh Dios, perdóname -piensa don Gerardo toda esta mañana-, porque aunque no he querido ser como Tú, he querido ser digno de Ti. Y no he sabido. Ahora una indecible corriente me embaraza, que no es amor por Ti, ni es amor tuyo, pero que Tú entiendes, porque Tú eres Dios y entiendes la grandeza del hombre hecho a Tu imagen.
Don Gerardo vuelve una vez más al pinar esa tarde. La luz dormía en las orillas de la hierba brumosa como todos los niños que coleccionaban conchas y se alegrarán de sus inmerecidos premios.