La Frontera De Cristal
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Los conflictos sociales y econ?micos que han separado culturalmente a M?xico de los Estados Unidos tienen una larga historia. En La frontera de cristal, Carlos Fuentes reproduce esta separaci?n entre los dos pa?ses a lo largo de doscientos a?os.
Los Barroso son una familia mexicana que, como muchas, emigra a los Estados Unidos en busca de mejores oportunidades. Pero, para su sorpresa, la lucha por la existencia en ese pa?s se vuelve una verdedera guerra de supervivencia. Cada miembro de la familia se enfrenta inevitablemente a algunos de los grandes problemas sociales del pa?s norteamericano: la discriminaci?n, el racismo, la violencia, el sufrimiento. Con esta novela, Carlos Fuentes retrata las motivaciones y necesidades que orillan a las familias mexicanas de esta condici?n a aventurarse en los sinsabores del rechazo de una sociedad extranjera.
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Levanto con trabajo la cara para ver de cara al sol. Lo que cae sobre mi frente es una gota. Y luego otra. Cada vez más recio. Un aguacero. Una lluvia ruda aquí donde nunca llueve. Los pies se apresuran. Las voces se levantan. El día que yo esperaba luminoso se vuelve turbio. Los hombres y las mujeres corren, se tapan las cabezas con periódicos, rebozos, suéteres, chamarras. La lluvia tamborilea sobre los techos de lámina. La lluvia infla las montañas de basura. La lluvia rueda por los cerros, lavándolos, por los cañones, deslavándolos, arrastrando lo que encuentra, una llanta, un zaguán, un cacharro, una envoltura de celofán, un calcetín viejo, un lodazal repentino, una casa de cartón, una antena de televisión. El mundo aparece arrastrado por el agua, inundado, sin pareja, divorciado de la tierra… Creo que nos vamos a ahogar. Creo que es el diluvio otra vez. La lluvia incesante borra la raya donde estoy detenido. Los pies veloces dejan huellas sobre el pavimento como si fuera de arena. Ellos se acercan. Oigo el ulular de sirenas. Oigo las voces altas, asombradas, bajo la lluvia. Los pasos mojados, veloces. Las manos que me esculcan. Las luces de las ambulancias, indagantes, inciertas, girando, errando, pescando, pesquisando… Un viejo dicen. Un viejo inmóvil. Un viejo que no habla. Un viejo con la bragueta abierta. Un viejo con un pañal meado. Un viejo con ropa muy vieja y muy mojada. Un viejo con zapatos fuertes, de esos que dejan huella en las banquetas, como si los pavimentos fueran la playa. Un viejo con las etiquetas de la ropa arrancadas. Un viejo sin cartera. Un viejo sin papeles: pasaporte, tarjetas de crédito, cartilla de elector, seguridad social, calendario para el año nuevo, mica verde de las fronteras. Un viejo sin plástico. Un viejo con la nuca tiesa. Un viejo con los ojos limpios, abiertos al cielo, lavados por la lluvia. Un viejo con las orejas paradas, con los lóbulos goteando lluvia. Un viejo abandonado. ¿Quién pudo hacerle esto? ¿No tiene hijos, parientes? De plano son chingaderas. ¿A dónde lo vamos a llevar? Le va a dar pulmonía. Métanlo rápido en la ambulancia. Es un viejo. A ver si averiguamos quién es. Quiénes habrán sido los desgraciados. Un viejo. Un viejo bueno. Un viejo que se resiste a morir. Un viejo llamado Emiliano Barroso. Qué lástima que ya nunca podré repetirlo. Qué bueno que por fin he podido recordarlo. Soy yo.