Inquieta Compania

На нашем литературном портале можно бесплатно читать книгу Inquieta Compania, Fuentes Carlos-- . Жанр: Современная проза. Онлайн библиотека дает возможность прочитать весь текст и даже без регистрации и СМС подтверждения на нашем литературном портале bazaknig.info.
Inquieta Compania
Название: Inquieta Compania
Автор: Fuentes Carlos
Дата добавления: 16 январь 2020
Количество просмотров: 202
Читать онлайн

Inquieta Compania читать книгу онлайн

Inquieta Compania - читать бесплатно онлайн , автор Fuentes Carlos

Fuentes ha reunido en Inquieta compa??a seis relatos propios del g?nero fant?stico. El novelista mexicano ha bebido en fuentes originales y adaptaciones cinematogr?ficas, transmutando con sabidur?a el misterio, el terror o la angustia.

Muertos vivientes, ?ngeles y vampiros deambulan por paisajes mexicanos acompa?ados de otros personajes definidos de forma realista, dise?ados con el cuidadoso buril de los cl?sicos modernos de la literatura hispanoamericana. Tal vez las vivencias londinenses de Fuentes le hayan conducido a esta m?tica popular universal en la que lo mexicano no resulta extra?o, y que le permite traducir en sombras y monstruos el reverso de la claridad expositiva de una obra amplia y luminosa, que va desde La regi?n m?s transparente (1958) a El naranjo (1993).

Los relatos que aqu? nos ofrece resultan inquietantes. En `El amante del teatro` se alude a la ocupaci?n de Iraq y pese a que el protagonista, Lorenzo O`Shea, se hace pasar por irland?s, el tema va m?s all? del aparente voyeurismo: la mujer que observa desde su ventana es tambi?n la actriz que le obsesiona, como Ofelia, en una muda representaci?n de Hamlet. Su silencio, tambi?n en la escena, nos conduce, como en otros relatos, a una deliberada ambig?edad final y al significado del espectador teatral, pr?ximo al mir?n.

Si el primer relato se sit?a en el Soho londinense, el segundo, `La gata de mi madre`, nos lleva ya a M?xico. Iniciado como un cuadro de costumbres con el humor negro que descubriremos tambi?n en otros: la descripci?n de la muerte de la cruel Do?a Em?rita y su gata (gata significa tambi?n mujer de servicio), la mansi?n donde viven y sus macabros secretos se convierten en el n?cleo del relato. `La buena compa??a` se inicia en Par?s, pero el protagonista se traslada a M?xico, donde convivir? con dos extra?as t?as en una no menos extra?a mansi?n poblada de crueles fantasmas. Descubre su propia muerte, siendo ni?o, y Serena y Zenaida (las t?as, tambi?n difuntas) cierran el relato de manera brillante, con un di?logo en el s?tano donde se encuentran los f?retros.

M?s expl?cito que Rulfo, el culto a la muerte, t?pico mexicano, est? presente no s?lo en ?ste, sino en otros cuentos. El germen de `Calixta Brand` parece derivar de El retrato de Dorian Gray. Una vez m?s, la mansi?n en la que transcurre se convierte en el eje principal. Calixta escribe, el protagonista es un ejecutivo. El paso del amor al odio viene acompa?ado de la invalidez de la esposa. Pero el cuadro que se modifica, las fotograf?as que al borrarse presagian la muerte, constituir?n los misterios por los que caminaremos sabiamente conducidos. El ?rabe de un oscuro cuadro va convirti?ndose en el retrato de un m?dico-jardinero que cuidar? de la mujer, hasta convertirse en ?ngel y desaparecer volando, llev?ndosela. Fuentes convierte lo inveros?mil en simb?lico.

Tambi?n `La bella durmiente` se sit?a en M?xico, aunque los or?genes y el significado del relato nos lleven a la Alemania nazi. La acci?n se inicia en Chihuahua, en los a?os de Pancho Villa, si bien el protagonista se sit?a en la actualidad. Natural de Enden, Baur mantiene su racista esp?ritu germ?nico, aunque su cuerpo se haya convertido en una ruina. M?dico de profesi?n, es llamado a visitar a su mujer, con la que se cas? a los 55 a?os. La visita se convertir? en una pesadilla que retrotraer? a los personajes a los tiempos de los campos de exterminio. No pod?a faltar `Vlad`, una historia de vampiros. Eloy Zurinaga pide a su colaborador, el licenciado Navarro, que busque una mansi?n para un amigo que ha de llegar a M?xico con su hija. La vida matrimonial de Navarro hab?a discurrido pl?cidamente. Su esposabuscar? la casa apropiada, en la que har? construir un t?nel y tapiar todas las ventanas. Vlad, el conde centroeuropeo, no ser? otro que Dr?cula.

Carlos Fuentes ha logrado, sirvi?ndose de materiales t?picos populares, construir relatos que trascienden la an?cdota. No es casual que estas historias de misterio, de horror y muerte se hayan convertido en mitos universales. Fuentes los ha mexicanizado. Ha descrito de manera ejemplar y sobria paisajes de su patria y se ha servido de mecanismos elementales para convertirlos en historias cotidianas y confeccionar una literatura brillante y divertida, irracional, de amplio espectro, de gran nivel, como no pod?a ser menos.

Внимание! Книга может содержать контент только для совершеннолетних. Для несовершеннолетних чтение данного контента СТРОГО ЗАПРЕЩЕНО! Если в книге присутствует наличие пропаганды ЛГБТ и другого, запрещенного контента - просьба написать на почту [email protected] для удаления материала

1 ... 13 14 15 16 17 18 19 20 21 ... 51 ВПЕРЕД
Перейти на страницу:

4

Alex durmió profundamente y se levantó temprano. Se aseó y fue a la cocina. Panchita ya tenía hervido el café de olla y listo un plato de pan dulce. Alex la saludó con una inclinación de la cabeza. Panchita no le respondió. Era una india seca, de edad indeterminada, con el pelo resueltamente negro, jalado hasta formar un chongo en la nuca. Alex sorprendió una sonrisa cuando la sirvienta se acercó a calentar tortillas en un viejo brasero. Panchita no tenía dientes y quizás por eso y por ser muda mantenía la boca cerrada. Era baja, igual que sus patronas, pero enteca, correosa.

Alex la miró con ojos sonrientes. Ella le contestó con una mirada de tristeza y resignación. Se lavó las manos. Se quitó el delantal. Se cruzó el pecho con el rebozo. Abrió la puerta trasera. Se volteó y miró al hombre joven con una insondable cara de alarma y advertencia. Salió. Alex se quedó bebiendo el café y mirando hacia el parque público donde los niños jugaban fútbol.

De las tías, ni señas.

Alex salió al parque, dio la vuelta a la casa y encontró la calle principal, la Ribera de San Cosme.

Notó un gran abandono. Ya no había casas viejas, como la de las tías. Lo llamativo era que los edificios que podían suponerse "modernos" mostraban ventanas sin vidrios o con vidrios rotos, paredes cuarteadas, puertas obstruidas por bolsas negras llenas de basura, puertas que invitaban a penetrar largos patios flanqueados por dos pisos de habitaciones. Entró a una de ellas.

Las mujeres recargadas en los pasillos con barandales de fierro lo miraron con indiferencia. O quizás no lo miraron.

Otra vez afuera, comenzó a distinguir el ajetreo citadino, el paso de transeúntes y de automóviles, los comercios baratos -ferreterías, lencerías, misceláneas, dulcerías, tiendas perfumadas de queso y leche.

Gente ocupada. Nadie volteaba a verlo. Intentó saludar.

– Buenos días.

Nadie le respondió. Miradas esquivas.

Regresó a la casa por la parte indicada. La puerta trasera.

María Zenaida estaba en la cocina, preparando el almuerzo.

– Niño de mis ojos -le plantó un beso en la frente-. ¿Qué vas a hacer hoy?

– Bueno -caviló Alejandro-. No conozco la ciudad. Quizás empiece por hacer turismo.

Sonrió. Ella no le devolvió la sonrisa.

– La ciudad se ha vuelto muy peligrosa, Alejandro. No camines. Puede pasarte alguna desgracia.

– Tomaré un autobús. Un taxi.

– Te pueden secuestrar -Zenaida cortaba minuciosamente los tomates, las cebollas, las zanahorias en una tablita.

Rió. -Nadie pagaría el rescate.

– Eres muy distinguido. Bien vestido. Guapo. Pareces riquillo.

– ¿Quiere usted que me ponga jeans y una sudadera para disimular?

– Seguirías siendo bello. De raza le viene al galgo.

– No exagere, tía.

– Deseable -dijo con los ojos llenos de lágrimas.

– ¿Me deja ayudarla? Las cebollas…

– Ya sé -sonrió la tía y negó con la cabeza.

Alex esperó sin nada que hacer, recostado en la cama, hasta las dos de la tarde, cuando bajó a comer con la tía María Zenaida.

Esta vez, el plato único estaba servido. Una sopa de verduras abundante.

– Alex. Cuando termines de comer, sal a darte una vuelta.

– Ya salí en la mañana. No vi nada de interés, tía. Además, usted misma me advirtió que…

– No me hagas caso. Soy una vieja collona.

– Bueno, con mucho gusto me daré una vuelta.

– ¿Sabes? -la tía levantó la mirada del plato-.

Los vecinos creen que nadie vive aquí. Como nosotras nunca salimos…

– Querida tía. Yo soy su huésped -dijo Alex cortésmente-. Dispongan de mí. Usted y su hermana.

– Ay chiquilín, no sabes lo que dices…

– ¿Perdón?

– Muéstrate en la calle. Que crean que alguien… que nosotras… seguimos vivas…

Alex hizo cara de sorpresa.

– Siguen, tía? ¿Alguien cree que están muertas?

– Perdón, Alejandro. Quise decir, que estamos vivas…

– No la entiendo. ¿Quiere que salga para que la gente crea que usted y su hermana están -o siguen-vivas?

– Sí.

– Entonces, ¿por qué me obligan a salir por la puerta de la cocina? Así, nadie se va a enterar…

Zenaida bajó la cabeza y se soltó llorando.

– Todo esto me confunde terriblemente -sollozó-. Serena es más inteligente que yo. Que te lo explique ella.

Se levantó intempestivamente y se fue dando saltitos, como una conejita.

Alex leyó toda la tarde. Este inesperado arribo a un país y a una casa nuevos y sin exigencias inmediatas de trabajo era oportunidad delectable para leer y él traía consigo, como un cordón umbilical que lo ligaba a París, las Confesiones de un hijo del siglo de Alfred de Musset. La educación francesa le permitía, gracias a Musset, entrar a una época romántica, postnapoleónica, que Alejandro de la Guardia, en secreto, hubiese querido vivir. Fantasiosamente se imaginaba vestido, peinado, ajuareado como un dandy de la época. Leía:

Quand la passion emporte l'homme, la raison le suit en pleurant et en l'avertissant du danger: mais des que l'homme s'est arrété… la passion lui crie: "Et moi, je vais donc mourir?"

Esa excitación pasional ya no existía en Francia. Seguramente, en México tampoco. Alejandro de la Guardia reiteró su única certidumbre juvenil: la resignación.

Sí, en Musset se encontraba la mejor recreación de una época. Pero Alex también traía, para alternar lecturas -era costumbre suya- una edición de bolsillo de La vérite sur Bébé Donge de Simenon. Musset le daba el pecho a su tiempo, para el amor y para la guerra. Simenon miraba por una cerradura al suyo. Alex se sintió un poco hijo de ambos.

Salió a las ocho a cenar con la tía Serena. Es decir, pasó de la recámara junto a la cocina al comedor donde lo esperaba ya, sentada a la cabecera, la vieja tía. Le sirvió a Alejandro, apenas tomó asiento el sobrino, una taza de chocolate espeso y humeante. Un platón de pan dulce completaba la merienda. Quizás el joven esperaba una cena más abundante y su mirada decepcionada no escapó a la atención de la tía.

– Esto es lo que en México llamamos una merienda, sobrino. Una cena ligera para dormir ligero. Estamos a más de dos mil metros de altura y una cena pesada te daría, perdón, pesadillas.

Alex sonrió cortésmente. -Seguiré la costumbre del país, comme il le faut.

Serena lo miró severamente, como si esperase una pregunta que no llegaba.

– ¿Nada más? -dijo la tía.

Alex leyó la mirada y recordó.

– Ah sí, doña Zenaida me repitió que debía entrar y salir por la puerta trasera, nunca por la principal.

– Así es -Serena sopeó una campechana en el chocolate.

– Me dijo también que debía mostrarme en la calle.

La imitó. Pan y chocolate.

– Para que crean que ustedes están vivas.

Las palabras le salieron con dificultad. Doña Serena tragó con energía el pedazo de bizcocho.

– Mi hermana se expresa mal. Pobrecita. Cuando dice "para que crean" que estamos vivas, sólo quiere decir "vivas" en el sentido de "la casa no está deshabitada". Es todo.

Alex insistió. El bachillerato francés es racional y metódico.

– Entonces, ¿para qué quieren que entre y salga a escondidas, por atrás, evitando la puerta principal?

La vieja le miró multiplicadamente. Es decir, le observó con sus anticuados quevedos y detrás de ellos nadaba su mirada miope, pero detrás de ésta se asomaba otra más, la mirada de su alma, se dijo el joven, aunque era de tal modo una mirada sombría e insondable que él hubiese querido asomarse, por un segundo, al espíritu de esta mujer.

– Es un enigma -dijo Serena cuando deglutió la campechana.

Alex sonrió socialmente. -Los enigmas suelen ser tres en los cuentos, doña Serena. Y el que los resuelva, al cabo recibe un premio.

– Tú tendrás el tuyo -dijo con una sonrisa desagradable la vieja.

1 ... 13 14 15 16 17 18 19 20 21 ... 51 ВПЕРЕД
Перейти на страницу:
Комментариев (0)
название