?gur Nebl?
?gur Nebl? читать книгу онлайн
En las postrimerнas de este siglo iba siendo necesario un libro, con lucidez y exactitud de relojero, construyera un mundo ficticio desde el que desvelar las trampas y los secretos del nuestro. Lo ha escrito Miquel Palol con Igur Nebli, hйroe caballeresco, a la vez atбvico y posmoderno, con el que el lector sentirб la claustrofobia de un mundo que pronto reconocerб como suyo, descubrirб las oscuras estrategias del Estado bajo las intrigas de La Muta, y reconocerб el hermйtico y vertiginoso Laberinto de Gorhgrу participando en una siniestra alegorнa del Poder y de sus inextricables instrumentos de manipulaciуn de la informaciуn, de presiуn del individuo, de despersonalizaciуn y de angustia.
Para quienes siempre pensaron que la literatura es un juego con la literatura, para quienes no se conforman con la lectura de la historia y quieren tomar parte de ella y para quienes gustan de los libros que jamбs se acaban con su ъltima pбgina, Igur Nebli resultara una lectura extremadamente gratificante.
La calidad indiscutible que llevу al exito a El Jardin de los Siete Crepъsculos alcanza con Igur Nebli una envidiable madurez.
`Un texto donde Palol lleva hasta sus ъltimas consecuencias el objetivo de convertir la literatura en el medio mбs oportuno para disfrazarse de dios y jugar a la construcciуn de un mundo`. Javier Aparicio, El Pais.
`La particular `locura` narrativa de Palol es saludable para todo el conjunto de la narrativa catalana`. Marc Soler, El Temps.
Внимание! Книга может содержать контент только для совершеннолетних. Для несовершеннолетних чтение данного контента СТРОГО ЗАПРЕЩЕНО! Если в книге присутствует наличие пропаганды ЛГБТ и другого, запрещенного контента - просьба написать на почту [email protected] для удаления материала
– ¡Pues es espléndida! ¿Y esta inscripción? -leyó:
Der Cherub steht nicht mehr dafür
– Es una invocación al Querubín mercurial -explicó el Conservador-. Más que una evocación es una despedida, como en las edades heroicas: 'que las caídas no vayan más allá de una generación…' -recitó-. Quizá sea una bienvenida a las horas felices en que la vigilancia militar ya no es precisa.
Trius esbozó un gesto de escepticismo.
– ¿Horas felices, crees? Yo diría que es una clave Astrea. La autosatisfacción por la victoria eliminará los ejércitos, pero la nostalgia por la culpa puede reinstituir la policía. Yo me inclino por un sentido más profundo, o más general, si lo prefieres. ¿No lo has buscado en el Índice?
Fueron a otra estancia.
– Quizá sí -dijo el Conservador-, toda clave de horas felices, en dominio de colectividad, no es más que una deformación producto de la perspectiva.
– No lo sé, porque lo mismo podría decirse de las horas desafortunadas, y lo cierto es que…
Se acercaron a una maqueta sucia y en lamentable estado de conservación.
– Esto era…
– Sí, ya lo identifico -dijo Trius-. ¿Y esta parte?
– La pirámide de cráneos. No fue descubierta hasta más tarde, en las obras de reutilización.
– ¡No me extraña que los afectados vivan en el rencor! Del infierno, al vencedor del recorrido tuvieron que sacarlo.
– Es lo que dice la tradición -dijo el Conservador en tono de excusa-. Y las tradiciones, ya se sabe.
– Donde impera la sinceridad, no hay que matarse a remover conciencias.
– Pero tampoco hay que olvidar el precepto: 'La memoria es como la acidez, la temperatura o la presión atmosférica: tan sólo habitable por el hombre dentro de unos límites concretos, traspasados los cuales, tanto el máximo como el mínimo, se vuelve inhóspita, aniquiladora…'
– Ni este otro: 'Curación y agravamiento no son direcciones opuestas, sino momentos consecutivos.'
Rieron.
– ¡El altar del Gran Miedo!
– Más bien el teatro del sufrimiento del mundo -dijo Trius, y pasó hojas de una carpeta llena de cartulinas y páginas atadas de grandes dimensiones, amarillentas y raídas; entre medio había alas y residuos de polillas de peral espinoso-. ¿Provienen de Bracaberbría estos papeles?
– No lo sé. Quizá es que la invasión está aquí.
Trius separó la última hoja.
– ¿Y esto?
– Un testamento -dijo el Conservador-; quizá un poema.
– ¿Otra invocación? -dijo Trius-. ¿De quién, esta vez? -el Conservador rió.
– Parece más bien una declaración de acatamiento.
– ¿De qué? ¿De las direcciones prohibidas de la naturaleza?
– Lo dices por… ¡no, es anterior! En todo caso puede servir para reinterpretar la otra invocación: la vigilancia ya no es necesaria, pero no porque el acceso esté permitido, sino porque ya nadie lo intenta.
Trius leyó en voz alta: