Trilogia de la huida
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La Trilog?a de la huida re?ne las tres primeras novelas de Dulce Chac?n: Alg?n amor que no mate, Blanca vuela ma?ana y H?blame, musa, de aquel var?n. "Los tres libros de esta Trilog?a de la huida tienen ese origen com?n, la melancol?a que deja en las personas la lucha que parte de la evidencia de un fracaso: la pareja fracas?, pero hay que reconstruir el amor. Dulce no abordaba ese asunto con un prop?sito previo, ella no hac?a teor?a de lo que iba a escribir, y no escrib?a nada como una teor?a; abordaba las novelas con la misma frescura, y con la misma libertad, con la que abordaba los poemas, como exabruptos de su sentimiento, y en el fondo de sus sentimientos, en el origen de su melancol?a, estaba la evidencia, y la rabia, ante ese fracaso."
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Y digo que no hicimos el amor nunca más, no porque no tuviéramos tiempo, sino porque se nos fueron pasando las ganas de coincidir.
De recién casados hacíamos el amor también por las noches. Con el paso del tiempo me empezaron a dar dolores de cabeza a la hora de cenar y me iba a la cama un poco antes que él. Me ponía a leer y, cuando le oía acercarse a la habitación, dejaba caer la revista y me quedaba dormida. Él intentó muchas veces despertarme, me acariciaba y me besaba, pero yo seguía durmiendo. Al principio se enfadaba. Decía que no entendía cómo podía leer con dolor de cabeza y quedarme tan profundamente dormida en un segundo. Se daba la vuelta, de muy mal humor, y refunfuñaba. Luego se ponía a roncar y a mí se me pasaba el dolor. Si alguna vez tardaba en roncar era porque, en lugar de enfadarse, se había quedado muy triste. Entonces yo me despertaba y le decía que tenía la regla, le acariciaba el pelo y él se dormía tranquilo. Poco a poco se fue acostumbrando a que la noche es para dormir.
En la siesta era otra cosa. Se tendía a mi lado sin esperar nada y poco a poco nos deseábamos los dos. Yo nunca sentí que forzáramos el deseo. Pero por la noche era distinto, parecía una obligación.
Desde que mi marido empezó a comer en casa de su madre ya no dormimos la siesta.
Quince años para mayo que murió mi suegro, el pobre.
