-->

Anna Karenina

На нашем литературном портале можно бесплатно читать книгу Anna Karenina, Tolstoi Leon-- . Жанр: Классическая проза. Онлайн библиотека дает возможность прочитать весь текст и даже без регистрации и СМС подтверждения на нашем литературном портале bazaknig.info.
Anna Karenina
Название: Anna Karenina
Автор: Tolstoi Leon
Дата добавления: 16 январь 2020
Количество просмотров: 371
Читать онлайн

Anna Karenina читать книгу онлайн

Anna Karenina - читать бесплатно онлайн , автор Tolstoi Leon

La sola mencion del nombre de Anna Karenina sugiere inmediatamente dos grandes temas de la novela decimononica: pasion y adulterio. Pero, si bien es cierto que la novela, como decia Nabokov, «es una de las mas grandes historias de amor de la literatura universal», baste recordar su celeberrimo comienzo para comprender que va mucho mas alla: «Todas las familias felices se parecen; las desdichadas lo son cada una a su modo». Anna Karenina, que Tolstoi empezo a escribir en 1873 (pensando titularla Dos familias) y no veria publicada en forma de libro hasta 1878, es una exhaustiva disquisicion sobre la institucion familiar y, quiza ante todo, como dice Victor Gallego (autor de esta nueva traduccion), «una fabula sobre la busqueda de la felicidad». La idea de que la felicidad no consiste en la satisfaccion de los deseos preside la detallada descripcion de una galeria esplendida de personajes que conocen la incertidumbre y la decepcion, el vertigo y el tedio, los mayores placeres y las mas tristes miserias. «?Que artista y que psicologo!», exclamo Flaubert al leerla. «No vacilo en afirmar que es la mayor novela social de todos los tiempos», dijo Thomas Mann. Dostoievski, contemporaneo de Tolstoi, la califico de «obra de arte perfecta».

Внимание! Книга может содержать контент только для совершеннолетних. Для несовершеннолетних чтение данного контента СТРОГО ЗАПРЕЩЕНО! Если в книге присутствует наличие пропаганды ЛГБТ и другого, запрещенного контента - просьба написать на почту [email protected] для удаления материала

1 ... 79 80 81 82 83 84 85 86 87 ... 256 ВПЕРЕД
Перейти на страницу:

Se levantó, se desperezó y sonrió.

Serguéi Ivánovich también sonrió.

—Si quieres dar una vuelta, podemos ir juntos —dijo, pues no le apetecía separarse de su hermano, que rebosaba de energía y vitalidad—. Y pasaremos por tu despacho, si tienes que ir por allí.

—¡Ah, Dios mío! —gritó de repente Levin con voz tan fuerte que Serguéi Ivánovich se asustó.

—¿Qué ocurre?

—¿Cómo tiene la mano Agafia Mijáilovna? —preguntó Levin, dándose un golpe en la frente—. Me he olvidado por completo.

—Mucho mejor.

—De todos modos voy a ir a verla. Antes de que tengas tiempo de ponerte el sombrero, ya habré vuelto.

Y bajó a toda prisa las escaleras, los tacones retumbando en los peldaños como una carraca.

 

VII

Stepán Arkádevich, cogiendo casi todo el dinero que había en la casa, se fue a San Petersburgo a cumplir con una obligación natural y necesaria, tan comprensible para los funcionarios como incomprensible para las personas ajenas a la administración, y sin la cual no se puede entender el servicio público; a saber, hacerse recordar en el Ministerio. Una vez cumplida su misión, pasó el tiempo de la manera más alegre y agradable en las carreras y las casas de verano. Mientras tanto, Dolly se trasladó al campo con los niños para aligerar los gastos en la medida de lo posible. Se había instalado en Yergushovo, hacienda que había recibido como dote, la misma cuyo bosque habían vendido en primavera y que distaba cincuenta verstas de Pokróvskoie, la aldea de Levin.

La vieja casa señorial estaba en ruinas desde hacía mucho tiempo. El príncipe se había contentado con reparar y ampliar uno de los pabellones. Veinte años atrás, cuando Dolly no era más que una niña, ese pabellón disponía de habitaciones espaciosas y cómodas, a pesar de que, como es habitual en esa clase de construcciones, se había levantado a un lado de la avenida principal y se orientaba al mediodía. Pero ahora estaba viejo y deteriorado. Cuando Stepán Arkádevich fue en primavera para vender el bosque, Dolly le pidió que echara un vistazo a la casa y diera las disposiciones oportunas para que repararan todo lo necesario. Stepán Arkádevich, como todos los maridos que se sienten culpables, se preocupaba mucho del bienestar material de su esposa, así que inspeccionó la casa y mandó que se llevaran a cabo las mejoras que juzgó indispensables. En su opinión, había que tapizar de cretona todos los muebles, poner cortinas, limpiar el jardín, construir un puente en el estanque y plantar flores; pero se olvidó de cosas mucho más importantes, cuya ausencia supondría más tarde un serio quebradero de cabeza para Daria Aleksándrovna.

Por más que se esforzara en ser un buen marido y un padre de familia ejemplar, Stepán Arkádevich dejaba siempre en segundo plano las necesidades de su mujer y de sus hijos. Tenía los gustos de un hombre soltero y a ellos se atenía. Una vez de regreso en Moscú, anunció con orgullo a Dolly que ya estaba todo dispuesto, que la casa había quedado de fábula, y le aconsejó encarecidamente que fuese. La marcha de su mujer al campo le resultaba muy agradable en todos los sentidos: los niños llevarían una vida más sana, se reducirían los gastos y él gozaría de mayor libertad. En cuanto a Daria Aleksándrovna, consideraba indispensable que los niños pasasen el verano en el campo, sobre todo la niña, que no acababa de recuperarse de la escarlatina; además, de ese modo se libraría de las pequeñas humillaciones que la atormentaban, como las enojosas discusiones con el proveedor de leña, el pescadero y el zapatero, que reclamaban las cantidades que les adeudaban. Y por encima de todo, tenía la esperanza de atraer a su hermana Kitty, que debía regresar del extranjero a mediados del verano, pues los médicos le habían prescrito baños de río. Kitty le había escrito desde el balneario que nada le apetecía más que pasar el verano con ella en Yergushovo, donde ambas revivirían tantos recuerdos de infancia.

En un primer momento la vida en la aldea fue muy penosa para Dolly. Había pasado largas temporadas en la infancia, y desde entonces le había quedado la impresión de que el campo constituía una especie de refugio contra los sinsabores de la ciudad; esperaba llevar una vida, si no elegante (algo que no le importaba), al menos cómoda y poco costosa: no se carecía de nada, todo resultaba barato y estaba al alcance de la mano, y los niños lo pasaban bien. Pero ahora, al volver como cabeza de familia, se dio cuenta de que las cosas eran muy distintas de lo que había imaginado.

Al día siguiente de su llegada llovió a cántaros, y por la noche se abrieron tales goteras en el pasillo y la habitación de los niños que hubo que sacar las camas al comedor. No pudieron encontrar una cocinera para la servidumbre; según dijo la vaquera, de las nueve vacas, unas estaban a punto de parir, otras tenían la primera ternera, otras eran demasiado viejas y a las demás costaba mucho ordeñarlas. Por tanto, ni siquiera para los niños habría suficiente leche y mantequilla. No había huevos. No era posible conseguir pollos, así que tenían que asar y cocer gallos viejos, de carne morada y fibrosa. No había manera de encontrar mujeres para que fregaran los suelos, ya que todas estaban ocupadas con la recolección de la patata. Tampoco se podían dar paseos en coche porque uno de los caballos se encabritaba y no se dejaba enganchar. No había dónde bañarse, pues el ganado había pisoteado toda la orilla, que además daba al camino. Ni siquiera se podía pasear, ya que los animales se metían en el jardín por una valla rota, y había un toro terrible que mugía y podía cornear a alguien. No disponían de suficientes armarios para la ropa, y los pocos que había no cerraban bien y se abrían solos cuando alguien pasaba a su lado. Faltaban ollas y cazuelas en la cocina, no había calderos en el lavadero, ni siquiera una tabla de planchar en el cuarto de las criadas.

Al principio Daria Aleksándrovna estaba desesperada: en lugar de la tranquilidad y el descanso que había esperado encontrar, tuvo que hacer frente a lo que, desde su punto de vista, eran terribles calamidades. A pesar de sus ímprobos esfuerzos, se daba cuenta de que la situación no tenía arreglo, y apenas podía contener las lágrimas que a cada momento asomaban a sus ojos. La hacienda se hallaba bajo la supervisión de un antiguo sargento de caballería, que hasta entonces había desempeñado funciones de portero. A Stepán Arkádevich le había caído en gracia por su prestancia y sus maneras respetuosas y lo había nombrado administrador. Ese hombre no mostraba ninguna preocupación por las calamidades de Daria Aleksándrovna y le decía con la mayor cortesía: «Con esta maldita gente no hay manera de hacer nada», y no le prestaba la menor ayuda.

La situación parecía desesperada. Pero en casa de los Oblonski, como sucede en casi todas las familias, había una persona de aspecto insignificante, pero muy valiosa y útil: Matriona Filimónovna. Consolaba a la señora, le aseguraba que todo «se enderezaría» (una expresión suya que Matvéi había adoptado) y actuaba sin apresurarse ni perder la calma.

Inmediatamente se hizo amiga de la mujer del administrador. El mismo día de su llegada tomó el té con ellos bajo las acacias, y se ocupó de todos los asuntos. Pronto en ese mismo lugar se formó el club de Matriona Filimónovna, compuesto por la mujer del administrador, el stárosta 46y el escribiente. Poco a poco, todas las dificultades de la vida empezaron a resolverse, y al cabo de una semana no quedó ya ninguna duda de que todo «se había enderezado». Repararon el tejado, encontraron una cocinera, comadre del stárosta, compraron gallinas, las vacas empezaron a dar leche, taparon la valla con unas estacas, el carpintero hizo un rodillo para escurrir la ropa, pusieron ganchos en los armarios, que dejaron de abrirse solos, instalaron una tabla de planchar, forrada de paño de uniforme militar, entre el brazo de un sillón y la cómoda, y en la habitación de las criadas empezó a oler a planchas calientes.

1 ... 79 80 81 82 83 84 85 86 87 ... 256 ВПЕРЕД
Перейти на страницу:
Комментариев (0)
название