Libro del desasosiego de Bernardo Soares
Libro del desasosiego de Bernardo Soares читать книгу онлайн
El libro del desasosiego, que presentamos traducido ?ntegramente por vez primera en lengua castellana, naci? en 1913 y Pessoa trabaj? en ?l durante toda su vida. Esta es una obra inacabada e inacabable: un universo entero en expansi?n cuya pluralidad -literaria y vital-es infinita.
Внимание! Книга может содержать контент только для совершеннолетних. Для несовершеннолетних чтение данного контента СТРОГО ЗАПРЕЩЕНО! Если в книге присутствует наличие пропаганды ЛГБТ и другого, запрещенного контента - просьба написать на почту [email protected] для удаления материала
441
Nada me pesa tanto en el disgusto como las palabras sociales de moral. Ya la palabra «deber» me resulta tan desagradable como un intruso. Pero el que tengamos un «deber cívico», «solidaridad», «humanitarismo», y otros de la misma estirpe, me repugnan [sic ] como porquerías que me arrojasen desde las ventanas. Me siento ofendido por la suposición, que alguien pueda hacer por ventura, de que esas expresiones tengan algo que ver conmigo, de que les encuentre, no sólo un valor, sino siquiera un sentido.
He visto hace poco, en el escaparate de una tienda de juguetes, unas cosas que me han recordado exactamente lo que son estas expresiones. He visto, en unos platos fingidos, unos manjares fingidos para mesas de muñecas. Al hombre tal como es, sensual, egoísta, vanidoso, amigo de los demás porque posee el don del habla, enemigo de los demás porque posee el don de la vida, a ese hombre ¿qué hay que ofrecerle con que juegue a las muñecas con palabras vacías de sonido y de entonación?
El gobierno se asienta en dos cosas: refrenar y engañar. El mal de esos términos cubiertos de lentejuelas es que no refrenan ni engañan. Emborrachan, cuando mucho, y eso es otra cosa.
Si a algo odio, es a un reformador. Un reformador es un hombre que ve los males superficiales del mundo y se propone curarlos agravando los fundamentales. El médico trata de adaptar el cuerpo enfermo al cuerpo sano; pero nosotros no sabemos lo que está sano o enfermo en la vida social.
No puedo considerar a la humanidad sino como una de las últimas escuelas de la pintura decorativa de la naturaleza. No distingo, fundamentalmente, un hombre de un árbol; y, desde luego, prefiero al que sea más decorativo, al que más interese a mis ojos pensantes. Si el árbol me interesa más, me pesa más que corten el árbol que el que muera el hombre. Hay idas del ocaso que me duelen más que muertes de niños. En todo soy el que no siente, para sentir.
Casi me culpo de estar escribiendo estas medias reflexiones a esta hora en que de los confines de la tarde sube, coloreándose, una brisa ligera. Coloreándose no, que no es ella la que se colorea, sino el aire en el que boga insegura; pero, como me parece que es ella misma la que se colorea, es eso lo que digo, pues por fuerza he de decir lo que me parece, visto que soy yo.
