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La Biblia De Barro

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La Biblia De Barro
Название: La Biblia De Barro
Автор: Navarro Julia
Дата добавления: 16 январь 2020
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La Biblia De Barro - читать бесплатно онлайн , автор Navarro Julia

En Roma, un hombre se confiesa: Padre, me acuso de que voy a matar a un hombre. Al mismo tiempo Clara Tannenberg, una joven arqueologa nieta de un poderoso hombre de oscuro pasado, anuncia en el transcurso de un congreso el descubrimiento de unas tablillas que, de ser autenticas, serian la prueba cientifica de la existencia del patriarca Abraham: se trata de la obra de un escriba que recogio el relato del profeta sobre la creacion del mundo, la confusion de las lenguas en Babel y el Diluvio Universal. Una autentica Biblia de Barro. Junto a un equipo de arqueologos, poco antes del inicio de la ultima guerra del Golfo, Clara pondra en marcha unas arriesgadas excavaciones que alientan a muchas personas a acabar con su vida y la de su abuelo: desde millonarios traficantes de arte hasta cuatro amigos que no desistiran hasta culminar una implacable venganza. Tras el espectacular exito de La Hermandad de la Sabana Santa, Julia Navarro se consagra con esta electrizante novela en la que el lector viajara hasta los tiempos biblicos pasando por la Europa de la Segunda Guerra Mundial, Egipto, Siria, Estados Unidos, Italia, Francia, Espa?a y el Irak de los ultimos tiempos de Sadam.

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– ¿Cuándo te vas a El Cairo?

– Mañana temprano.

– Yo iré a Safran.

– ¿Y Ahmed? -El tono con el que preguntó por el marido de su nieta era neutro.

– Necesita alguna excusa para dejar Irak. ¿Le ayudarás?

– No, no lo haré. Tenemos negocios que terminar. Cuando lo hagamos, por mí puede irse al infierno. Pero tiene que cumplir, no se puede ir sin cumplir lo que ha firmado.

– ¿Qué negocio es?

– Arte, es a lo que me dedico.

– Ya lo sé, pero ¿por qué se tiene que quedar Ahmed?

– Porque es necesario para que salga bien el negocio que estoy a punto de hacer.

– Creí que querías que se fuera cuanto antes.

– He cambiado de opinión.

– Tendrás que hablar con él. Hemos acordado que deja la Casa Amarilla y se va a casa de su hermana.

– No me importa dónde viva, lo que quiero es que se quede hasta que lleguen los americanos.

– No querrá.

– Te aseguro que lo hará.

– ¡No le amenaces!

– ¡No le estoy amenazando! Somos hombres de negocios. Él no puede huir ahora. Ahora no. Tu marido ha ganado mucho dinero gracias a mí y me necesita para irse de aquí.

– ¿No le ayudarás si no quiere quedarse?

– No, no lo haré, ni siquiera por ti, Clara. Ahmed no va a arruinar el trabajo de toda una vida.

– Quiero saber qué es lo que tiene que hacer que sólo puede hacer él.

– Nunca te he metido en mis negocios y no lo voy a hacer ahora. De manera que cuando veas a Ahmed dile que quiero hablar con él.

– Vendrá está noche a por algunas cosas.

– Que no se vaya sin verme.

* * *

– No se fía de nosotros.

George Wagner utilizaba el tono de voz neutro que aquellos que le conocían sabían que presagiaba tormenta. Y Enrique Gómez le conocía bien, de manera que aunque hablaban por teléfono y a tantos miles de kilómetros de distancia no le costaba imaginar a su amigo con un rictus tenso en la comisura de los labios y un tic del ojo derecho que le hacía mover el párpado.

– Cree que lo de los italianos y su nieta ha sido cosa nuestra -respondió Gómez.

– Sí, eso cree, y lo peor es que no sabemos quién los envió. Yasir nos ha mandado decir que Alfred quiere hablar con todos nosotros y que no habrá operación si no la dirige él. Quiere que Dukais envíe a uno de sus hombres para discutir con él cómo se harán las cosas y amenaza con que no habrá operación si no se hace a su modo.

– Él conoce el terreno, George, en eso tiene razón. Sería una locura dejar la operación sólo en manos de Dukais. Sin Alfred no se puede hacer.

– Sí, pero Alfred no nos puede amenazar ni poner condiciones.

– Nosotros no queremos la Biblia de Barro para exponerla en un museo, y él la quiere para su nieta, bien, tenemos una divergencia, pero no podemos dejar de fiarnos de Alfred o echar todo por la borda por la cabezonería de ver quién se impone a quién. Corremos el riesgo de equivocarnos si desatamos una guerra entre nosotros. Si hemos llegado hasta aquí ha sido porque hemos actuado como una orquesta, cada cual en su papel.

– Hasta que Alfred ha decidido desafinar.

– No exageremos, George, y entendamos que lo de la Biblia de Barro lo hace por su nieta.

– ¡Esa estúpida!

– Vamos, no es ninguna estúpida, es su nieta. Tú no lo entiendes porque no tienes familia.

– Nosotros somos nuestra familia, nosotros, sólo nosotros, ¿o lo has olvidado ya, Enrique?

Enrique Gómez guardó silencio, pensando en Rocío, en su hijo José, en sus nietos.

– George, algunos hemos formado otra familia, y también nos debemos a ellos.

– ¿Tú nos sacrificarías por esa familia que has formado?

– No me hagas esa pregunta porque no tiene respuesta. Yo quiero a mi familia, y en cuanto a vosotros… sois como mis brazos, mis ojos, mis piernas… no se puede describir lo que somos los cuatro. No nos comportemos como niños preguntando a quién quieres más, si a papá o a mamá. Alfred quiere a su nieta, y ha flaqueado por ella, le quiere entregar la Biblia de Barro . No es suya, nos pertenece a nosotros tanto como a él. Pues bien, evitémoslo pero sin dramatismo, y confiemos en él, como siempre, para hacer la otra operación. Si le declaramos la guerra luchará y nos destruiremos.

– No nos puede hacer ningún daño.

– Sí, George, sí puede; lo sabes, y también sabes que si le apretamos lo hará.

– ¿Qué propones?

– Que organices dos operaciones. Una, la que teníamos prevista, ha de hacerse con Alfred al frente. La otra, la de la Biblia de Barro , hay que prepararla al margen.

– Eso es lo que he hecho desde el principio. Paul ha encontrado dos hombres para infiltrarse en el equipo de Picot.

– Bien, pues de eso se trata, de tener a alguien que no se separe de la nieta de Alfred, y si encuentran la Biblia, que se hagan con ella. Nadie tiene por qué sufrir daño.

– ¿Crees que la chica se la dejará arrebatar? ¿Crees que Alfred ha organizado las cosas para que no podamos quitársela?

– Sí, habrá previsto lo que podemos planear, nos conoce, pero nosotros también a él. De manera que estaremos jugando al ratón y al gato, pero si los hombres que manda Paul son listos, sabrán hacerse con la Biblia y escapar.

– ¿Conoces a algún gorila listo?

– Tiene que haberlos, George, tiene que haberlos. En todo caso, dejemos como última opción la fuerza, pero que sea la última, no la primera.

– Ya sabes cómo son las cosas en el terreno… no estaremos allí para evaluar la situación, serán los gorilas quienes decidan. Y pueden hacer daño a la chica.

– Al menos le daremos instrucciones claras para que no metan la pata el primer día.

– Consultaré a Frank, y si está de acuerdo lo haremos así. Puede que él te dé la razón; él también tiene familia.

– Tú la deberías de haber tenido, George.

– No me ha hecho falta.

– Dijimos que era lo mejor.

– Sí, y lo ha sido para vosotros, pero yo no he necesitado cargar con una mujer y unos hijos. De eso me he librado.

– No es tan malo tener una familia, George.

– Te hace blando y vulnerable.

– No teníamos otra opción.

– Ya lo sé, así lo decidimos, de manera que no le demos más vueltas. Llamaré a Frank.

– Y que Dukais mande a alguien inteligente a hablar con Alfred.

– Espero que lo haga.

– Alfred nunca ha soportado que le manden, ya lo sabes.

– Lo sé.

Pues hagamos las cosas bien. Yo no quiero que le pase nada a Alfred, ¿lo entiendes, George? No quiero que le pase nada. Quitémosle la Biblia de Barro ; él sabe que no le pertenece, y lo entenderá aunque intente evitarlo.

– No podemos renunciar a la Biblia de Barro sólo porque la chica no nos la quiera entregar.

– No he dicho que renunciemos a nada, sólo me gustaría que se la quitáramos sin hacerle daño.

– Pero…

– Tú me entiendes, George, no le demos más vueltas. Hagamos lo que sea necesario, pero sólo si es necesario.

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