-->

El nombre de los nuestros

На нашем литературном портале можно бесплатно читать книгу El nombre de los nuestros, Silva Lorenzo-- . Жанр: Историческая проза. Онлайн библиотека дает возможность прочитать весь текст и даже без регистрации и СМС подтверждения на нашем литературном портале bazaknig.info.
El nombre de los nuestros
Название: El nombre de los nuestros
Автор: Silva Lorenzo
Дата добавления: 16 январь 2020
Количество просмотров: 227
Читать онлайн

El nombre de los nuestros читать книгу онлайн

El nombre de los nuestros - читать бесплатно онлайн , автор Silva Lorenzo

El nombre de los nuestros es la historia de una tr?gica equivocaci?n: la de la pol?tica colonial de Espa?a en el protectorado de Marruecos. La novela se inspira, advierte el autor, "en los avatares reales vividos entre junio y julio de 1921 por los soldados espa?oles […] que defend?an las posiciones avanzadas de Sidi Dris, Talilit y Afrau, en Marruecos". Dos soldados de leva, Andreu -un anarquista barcelon?s- y Amador -un madrile?o empleado de seguros, adscrito a la UGT-, y el sargento Molina, con la colaboraci?n de Hadd?, un singular polic?a ind?gena, protagonizan un relato en el que se describen, no ya los horrores de la guerra, sino el horror del hombre ante un destino irracionalmente impuesto por eso que llaman «raz?n de Estado».

Ante ellos, la harka, el conjunto de tropas irregulares marroqu?es que el torpe mando militar espa?ol menosprecia desde sus despachos. Un enemigo invisible en un paraje en el que aparentemente no sucede nada, pero que se prepara l?gubre e inexorablemente para la masacre. El nombre de los nuestros se plantea como la novela ?pica de unos personajes condenados al hero?smo, aunque no crean en ?l o a sabiendas de su inutilidad. Ampar?ndose en la cr?nica de unos hechos que a?n hoy no gusta recordar, Lorenzo Silva construye la par?bola desmitificadora de los restos de un imperio de cart?n piedra, y nos engancha magistralmente a unos personajes de carne y hueso: responsables, imperfectos, reconocibles, carne de ca??n…

La ?pica de unos personajes condenados al hero?smo en una magistral novela sobre eso que se llama «raz?n de Estado».

Внимание! Книга может содержать контент только для совершеннолетних. Для несовершеннолетних чтение данного контента СТРОГО ЗАПРЕЩЕНО! Если в книге присутствует наличие пропаганды ЛГБТ и другого, запрещенного контента - просьба написать на почту [email protected] для удаления материала

1 ... 30 31 32 33 34 35 36 37 38 ... 64 ВПЕРЕД
Перейти на страницу:

– Vamos, libertario -le animó-, no te me quedes ahora a medias. Ya te curarán eso cuando estemos a salvo.

A Amador, que también había agotado sus municiones, ya no le quedaba más que tratar de seguir en pie hasta Sidi Dris y llevar hasta allí a su compañero. El camino que habían recorrido juntos desde el blocao de la avanzadilla de Talilit había sido tan largo y azaroso como increíble. Amador, que era supersticioso, presintió que no habría término medio: o libraban el pellejo los dos, o no lo libraría ninguno. Ya tenían a la vista la posición. Los policías seguían protegiéndolos, en un derroche de sacrificio y valor que conmovió a los más recelosos, pero en el trecho final el fuego de la harka se volvió insoportable. Los últimos metros vieron caer a muchos de los soldados que habían sobrevivido hasta allí, y los policías también pagaron un alto precio. El caballo blanco de Haddú se vino espectacularmente abajo, herido de muerte. Por muy poco se escapó el sargento de quedar aplastado bajo su montura. Cojeando, se unió a sus hombres y siguió replicando sin desmayo a los tiradores montañeses. Al final, los policías que entraron en Sidi Dris eran la mitad de los que habían salido. De los fugitivos de Talilit se habían salvado unas dos terceras partes. Si es que podía llamarse a aquello salvación.

En Sidi Dris reinaban a partes iguales la inquietud y el desaliento. Amador arrastró a Andreu hacia la enfermería, donde se amontonaban los heridos. El oficial médico vino a examinarlo al cabo de media hora. Le bajó el pantalón y se inclinó con gesto impasible sobre la herida. Le volteó para verla por atrás.

– Entrada y salida y sin tocar el hueso ni la arteria -concluyó-. ¿Tú juegas mucho a la lotería, chaval?

– No precisamente -respondió Andreu.

– Pues deberías. Voy a limpiarte la herida y a vendarla. Y no hay mucho más que hacer, hasta que venga el barco a sacarte.

En un catre cercano había un soldado con la cabeza vendada. Estaba inmóvil, mirando al techo. Canturreaba, en voz queda:

Los suspiros de Melilla
no llegan a mi ventana,
porque pasa el mar por medio
y se quedan en el agua.

– Es una condenación -dijo el médico, mientras desinfectaba a Andreu-. No hace más que cantar esa copla. Parece que se la decían a los quintos las mozas de su pueblo. Es lo malo de los tiros en la cabeza. A unos les da por cantar y a otros por gritar como si los estuvieran desollando.

– Mejor será que cante, entonces -masculló Andreu, aguantándose el dolor.

– Mejor sería que le hubieran dejado en el sitio -opinó el médico, brutal.

Afuera seguía el ruido de fusilería, de vez en cuando interrumpido por el bramido de los cañones. Conforme pasaban los minutos, aumentaba el número de los tiradores que rodeaban Sidi Dris. Los supervivientes de Talilit fueron distribuidos sin pérdida de tiempo por el parapeto, municionados y con una ración de rancho y otra de agua, cuya administración les encarecieron. La cosa, se dijo Amador, no podía ser más simple. Habían salido del infierno y habían vuelto a caer, infaliblemente, en el infierno.

1 ... 30 31 32 33 34 35 36 37 38 ... 64 ВПЕРЕД
Перейти на страницу:
Комментариев (0)
название