El Anillo
El Anillo читать книгу онлайн
En su veintisiete aniversario, Cristina, una prometedora abogada neoyorquina, algo engre?da y snob, recibe dos anillos. El primero, con un gran brillante de compromiso, es de un rico agente de bolsa, mientras que el otro, un misterioso anillo antiguo, proviene de un remitente an?nimo. Ella acepta ambos sin saber que son incompatibles y que el anillo de rojo rub? ha de arrastrarla a una aventura que le ense?ar? sobre la vida, el amor y la muerte, d?ndole una lecci?n inolvidable que har? cambiar su destino y su visi?n del mundo para siempre. Empezando en Barcelona, Cristina recorrer? la costa mediterr?nea, retornando a su pasado y a otro mucho m?s lejano: el tr?gico destino del ?ltimo de los templarios. Una at?pica novela hist?rica sobre la importancia de nuestra relaci?n con el pasado.
Внимание! Книга может содержать контент только для совершеннолетних. Для несовершеннолетних чтение данного контента СТРОГО ЗАПРЕЩЕНО! Если в книге присутствует наличие пропаганды ЛГБТ и другого, запрещенного контента - просьба написать на почту [email protected] для удаления материала
– Deja que lo diga ella por sí misma. Yo también tengo sentimientos encontrados en este asunto. Pienso que a veces hay cosas que no se debieran remover. No hay que resucitar a los muertos.
Había un tono triste en su voz que me conmovió.
– ¿Qué quieres decir con eso? -Luis se estaba enfadando-. ¿Otra vez con ésas, Oriol? ¡Por Dios! ¡Estamos hablando de la última voluntad de tu padre!
– Yo estoy por buscar ese tesoro -dije, en un impulso, cortando la polémica que se iniciaba, y a sabiendas del lío que mi decisión causaría en Nueva York.
– Yo también -dijo Luis y ambos quedamos pendientes de Oriol.
Él miró al techo y pareció pensar. Luego su cara se iluminó con esa sonrisa, la de cuando era niño, la que me enamoraba. Parecía como si el sol saliera de entre nubarrones.
– No voy a dejar que os divirtáis solos -y levantó la barbilla con arrogancia traviesa-. Además, nunca lo conseguiríais sin mí. Yo también juego.
Yo casi salto de alegría, miré a Luis, se le había pasado el enfado y también sonreía. Era como regresar a la infancia, jugar de nuevo con Enric. Sólo que él ya no estaba con nosotros. ¿O quizá sí?
– ¡Bravo! -exclamó Luis levantando su mano para palmear las nuestras-. ¡A por esa fortuna!
De pronto la expresión de Oriol se ensombreció cuando dijo:
– No sé, pero siento algo extraño -tragó saliva-. Quizá no sea tan buena idea.
Hizo que desaparecieran las sonrisas y yo pensé que quizá supiera algo que los demás ignorábamos. ¿Qué razones tendría para esa reserva? ¿Qué le habría dicho su padre en esa carta póstuma?
