Las Puertas Templarias
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Al hacer un barrido fotogr?fico sobre Francia, un sat?lite geoestacionario descubre algo inesperado: ciertas ?reas de la regi?n de la Champa?a emiten una extra?a se?al. El responsable del proyecto inicia una investigaci?n que le llevar? a la b?squeda de un enigma que tiene nueve siglos de antig?edad. Su investigaic?n se mezcla con la llegada de nueve caballeros cristianos al antiguo solar del Templo de Salom?n, bajo cuyos escombros desenterraron en 1125 una codiciada reliquia que no s?lo les hizo ricos, fuertes e influyentes, sino que les vali? la fundaci?n de una docena de catedrales misteriosamente alineadas con la constelaci?n de Virgo.
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– Bien, eso me interesa.
– Ya lo creo.
Sor Inés vio impotente cómo Bremen y el extraño ascendían las escaleras de acceso al templo, perdiéndose en su interior a través del pequeño portal situado a la derecha de la fachada principal.
Intrigada por las alusiones a una «máquina» y por comentarios que nunca antes había oído brotar de sus labios, la inquieta cocinera a punto estuvo de abandonar sus fogones y pasearse disimuladamente cerca de aquellos dos hombres, pero sor Perestroika frustró -una vez más- sus planes.
– ¿Qué hace ahí holgazaneando? -le reprochó nada más entrar en la cocina y ver a sor Inés estirada cuan larga era entre la encimera y la ventana del fregadero.
– Revisaba el cierre de las ventanas -se excusó.
– Está bien, el padre Pierre ha solicitado que le subamos el almuerzo en cuanto podamos. Comerá con su invitado en el despacho.
– ¿En el despacho? -se extrañó Inés.
– Sí. Y de inmediato. No haga esperar a los padres, que ya sabe cómo se ponen.
Así que ambas monjas tomaron las bandejas de comida, llevándolas diligentemente al piso superior.