Archipielago Gulag
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Cuando en el a?o 1974 se public? Archipi?lago Gulag, los espa?oles del PCE eran los protagonistas de la Transici?n, defend?an los derechos humanos, la reconciliaci?n, las elecciones libres, la amnist?a y la democracia. En toda Europa, los comunistas hab?an sido la principal fuerza antifascista y adoraban a la URSS por ser el primer Estado obrero del planeta que hab?a derrotado a Hitler. Eran indulgentes con la dictadura del proletariado y achacaban las purgas, el hambre y la polic?a secreta al aislamiento, el cerco, a la guerra fr?a y a la propaganda imperialista. Pero despu?s de que se public? Archipi?lago Gulag, aunque no se leyera por decoro y disciplina, los comunistas de todo el mundo, y especialmente los de Espa?a, descubrieron que por debajo del anticomunismo doliente y l?rico de Alexandr Solzhenitsyn, estaba el infierno de la verdad. Pocas veces un libro ha causado tanto dolor. Los perseguidos, torturados, encarcelados de este lado se ve?an a s? mismos en la reconstrucci?n de almas, se encontraban entre los desaparecidos y se identificaban con los 227 testigos...
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Durante la guerra el correo soviético había empezado a aceptar los denominados «triángulos», enviados en la mayoría de ocasiones por los soldados desde el frente, donde no siempre disponían de sobres o sellos siquiera. Acabada la guerra, durante los años cincuenta. Correos siguió aceptando este tipo de cartas.
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El señor capitán, en polaco.
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La estación de Kiev, en Moscú.
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52 Istoria moyegó sovreménnika[Historia de mi contemporáneo], Obras completas, Moscú, 1955, tomo VII, pág. 166.
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Cita del final del Poema al pasaporte soviético, de Mayakovski (1929).
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De un tema clásico del folclore penitenciario:
Quien entre aquí, no pierda la esperanza y que no se alegre tampoco el que salga. Quien no ha estado aquí, acabará por entrar; y quien ya ha estado no podrá olvidar.
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En el comienzo de la tercera parte de Esplendores y miserias de las cortesanas.
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Día Internacional de la mujer. En la URSS no era laborable (día de la Mujer Trabajadora).
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Recordemos que, al final del capítulo 6 de la primera parte Solzhenitsyn ha referido que en Butyrki se denominaba «la estación» al amplio vestíbulo con celdas para la recepción y expedición de presos tras oír sentencia.
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Esta orden significa que el último será fusilado, o como mínimo azotado.
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53¡Eh, Tribunal de Crímenes de Guerrade Bertrand Russell! ¿Por qué no utiliza esto como argumentación? ¿O es que no le conviene?
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En la posguerra los cofrades, que paradójicamente eran leales al régimen, llamaban fascistas a los presos políticos. Desde principios de los años cincuenta, más conocedores de lo que ocurría en el país, dejarían de usar el mote.
El capataz (nariádchik)era siempre un enchufado. Distribuía los trabajos y estaba directamente supeditado al compadre (kum),por lo cual se presumía que era un soplón. La delación no suponía para él violar ningún código de honor, porque los políticos no eran cofrades.
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54 Spontomen ruso. Dándose (falsos) aires de importancia.
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Nombres típicamente campesinos.
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Alusión al dicho ruso: «Andaba pensando el pavo y acabó metido en la sopa».
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55Sección Cultural y Educativa, departamento de la administración de los campos.
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56En realidad, algún día también deberá tomar forma en los monumentos la historia de nuestro Archipiélago, una historia secreta y ya casi perdida. Yo, por ejemplo, imagino siempre este otro monumento: en algún lugar de Kolymá, en un lugar elevado, un descomunal Stalin, tan enorme como él siempre se soñaba, con bigotes de varios metros, con el rictus característico del jefe de campo, con una mano tirando de unas riendas, y con la otra blandiendo un látigo para fustigar al atelaje, un tiro formado por centenares de hombres uncidos de cinco en cinco que tiran de los arreos. En la región de Chukotka, junto al estrecho de Bering, también sería de gran efecto. (Había escrito ya todo esto cuando leí Bajorrelieve en la roca,de Aldan-Semiónov, un relato que a pesar de haber pasado censura muestra los campos en forma verosímil. Cuentan que en Zhiguli, en el monte Mogutova que domina el Volga, a un kilómetro del campo penitenciario, se pintó al óleo sobre una roca un gigantesco Stalin para que lo vieran desde los barcos.)
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57Desde entonces siempre he preguntado a cualquier sueco al que conociera por casualidad o a todo aquel que viajara a Suecia cómo podría dar con esa familia, o si habían oído hablar de aquel desaparecido. La respuesta era siempre una sonrisa: Andersen, en Suecia, es lo mismo que Ivánov en Rusia, y no había tal multimillonario. Sólo ahora, al cabo de veintidós años, al releer este libro, he caído en la cuenta: ¡Es que le habían prohibido dar su nombre y apellido verdaderos! ¡Abakúmov, como es natural, le habría advertido que si revelaba su identidad lo liquidarían! Y ocurrió que fue por las prisiones de tránsito como un Ivánov sueco. Y sólo gracias a algunos detalles menores de su biografía que sí podía divulgar, pudo dejar huella aquella existencia arruinada en la mente de los interlocutores, que el azar le deparaba. O mejor dicho, todavía esperaba salvarse, como cualquier persona, como los millones de borregos que aparecen en este libro: ahora estaba encerrado, pero Occidente, indignado, conseguiría su liberación. No comprendía la fuera del Este. Y no comprendía que un testigo como él, que había puesto de manifiesto una firmeza nunca supuesta en un Occidente blandengue, jamás podría ser puesto en libertad. Quién sabe si aún vive hoy día. (Nota de 1972.)
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Véase sharashkaen el índice alfabético.
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