Rasput?n
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Nacido en un remoto lugar de Siberia, Rasputin podr?a haber llevado la existencia de un simple mujik semianalfabeto, de no haber sido por la curiosidad que en ?l despertaban la religi?n y sus enigmas, por su singular percepci?n de la realidad y los a veces extra?os acontecimientos que le sucedieron. Dotado de un magnetismo extraordinario, comenz? a ejercer su influjo sobre los campesinos y lugare?os, divulgando una nueva forma de entender la religi?n y de practicarla, hasta que representantes de la Iglesia ortodoxa vieron en ?l la encarnaci?n de la sencilla y positiva sabidur?a popular y lo ayudaron a introducirse en la mejor sociedad de San Petersburgo. En poco tiempo, Rasput?n consigui? rodearse de un c?rculo de seguidores, la mayor?a mujeres nobles dispuestas a seguir sus ense?anzas y a entregarse a ?l en cuerpo y alma. Cuando la zarina Alejandra, desesperada ante los estragos que la hemofilia causando en su hijo, conoce a ese iluminado, deposita en ?l todas sus esperanzas y lo convierte en m?dico del zarevich y consejero de Estado, y, con ello, en una de las piezas claves de la irrefrenable ca?da del gran imperio ruso.
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Rasputín llega a Yalta tres días después que Sus Majestades. Un diario local, La Riviera Rusa , anuncia qu se hospeda en el hotel Rossia, el palacio del lugar. El Zar, la Zarina, las grandes duquesas, el zarevich lo reciben como un amigo injustamente acosado por los malvados. Festeja Pascuas a su sombra. En seguida se propagan los comentarios malévolos entre los clientes del balneario. Tiene el diablo en el cuerpo, dicen. La Zarina no puede estar sin su mujik , ni como confesor ni como amante. Olfateando esos rumores, Nicolás II hace comprender a Rasputín que atándose a los pasos de la familia imperial corre el riesgo de comprometerla para siempre. Aunque le cueste, es necesario que el santo hombre tenga el coraje de desaparecer.
De mala gana, el staretz hace sus valijas y parte hacia Siberia. Para consolarlo, le afirman que la separación será corta. En realidad, no experimenta mucha inquietud por su porvenir: pase lo que pase, Sus Majestades no intentarán reemplazarlo. Por primera vez, un agente de la Okhrana está encargado de acompañarlo durante su viaje. ¿Para protegerlo o para vigilarlo? Las dos cosas a la vez, sin duda. Rasputín no sabe si debe sentirse orgulloso o contrariado. En todo caso, desde ese momento su decisión está tomada: no volverá a San Petersburgo antes de ser llamado como un salvador.