La cena secreta
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Fray Agust?n Leyre, inquisidor dominico experto en la interpretaci?n de mensajes cifrados, es enviado a toda prisa a Mil?n para supervisar los trazos finales que el maestro Leonardo da Vinci est? dando a La ?ltima Cena. La culpa la tiene una serie de cartas an?nimas recibidas en la corte papal de Alejandro VI, en las que se denuncia que Da Vinci no s?lo ha pintado a los Doce sin su preceptivo halo de santidad, sino que el propio artista se ha retratado en la sagrada escena, dando la espalda a Jesucristo.
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Las rarezas se acumulaban unas sobre otras.
Mi primera jornada de trabajo en Santa María sólo me proporcionó una certeza: las dos últimas frases de la «firma» eran, con absoluta seguridad, formulismos propios de un dominico. El instinto no le falló a Torriani. «Contemplan et contemplata alus tradere» era una famosa sentencia de santo Tomás recogida en la Suma teológica y aceptada como uno de los lemas más conocidos de nuestra orden. Quería decir «contemplar y dar a los otros el resultado de vuestra contemplación». La otra, «Veritas», «Verdad», además de ser otro lema dominico bastante común, solía emplearse en nuestros escudos. Cierto es que nunca había visto ambas frases juntas, pero leídas de corrido parecían decir que para llegar a la verdad había que estar en actitud vigilante. Como poco, era un buen consejo. El padre Alberti la hubiera aplaudido.
Pero ¿y las dos sentencias precedentes? ¿Qué clase de nombre o mensaje encerraban?