Cartas Para Claudia
Cartas Para Claudia читать книгу онлайн
Este libro est? compuesto de los escritos que, durante m?s de tres a?os de trabajo terap?utico, Jorge Bucay dedic? a sus pacientes. Con el tiempo, ellos mismos empezaron a compartir y distribuir estas cartas, hasta que, un d?a, y en vistas del ?xito que estaban teniendo, sugirieron a Jorge Bucay que las publicara. Con sus propios recursos y la ayuda de algunos buenos amigos, Jorge Bucay public? este libro en 1986 con el t?tulo Cartas para Claudia. En esta correspondencia imaginaria, Claudia, una amiga muy querida por el autor, es la destinataria de un correo revelador que despejar? muchas de sus dudas sobre el autoconocimiento, el amor, la belleza de la vida y los secretos de la psicolog?a. El libro se ha convertido ya en todo un cl?sico de la autoayuda.
Внимание! Книга может содержать контент только для совершеннолетних. Для несовершеннолетних чтение данного контента СТРОГО ЗАПРЕЩЕНО! Если в книге присутствует наличие пропаганды ЛГБТ и другого, запрещенного контента - просьба написать на почту [email protected] для удаления материала
CARTA 42
Amiguísima:
No, no creo en las metas.
La sensación que tengo frente a la palabra ”meta" es la de llegada, la de… ¿y después qué?, la de final…
En todo caso, prefiero hablar de objetivos.
El objetivo, siempre y cuando no sea utilizado para estructurar mi vida, en la medida en que me permite modificarlo permanentemente, puede ayudarme a lograr lo que quiero, lo que en realidad quiero. Es más, algunos de mis problemas aparecen cuando pierdo de vista el objetivo… Cuando dejo de saber qué es lo que quiero… Cuando abandono mi darme cuenta del para qué de mi conducta.
Cada una de nuestras conductas tiene siempre uno de estos tres objetivos:
I. Tiende a producir una modificación en el otro.
II. Tiende a producir un cambio en mí mismo.
III. Tiende a generar una descripción de un hecho o situación.
Repito: mi conducta es siempre aloplástica, autoplástica o descriptiva. No hay otra posibilidad. No quisiera que creyeras que estoy hablando de conductas “mas” o “menos” sanas. Lo sano, en todo caso, podría ser darme cuenta de cuál es el objetivo de mi conducta.
La conducta aloplástica aterriza sin remedio en el tema del manejo.
¿Manejar a los demás!
Para mí, cada vez que intento producir un cambio, una respuesta determinada o una modificación en vos, sin decírtelo abiertamente, estoy manejando.
Es un manejo que te diga "Tengo frío” cuando quiero significar “alcánzame un pullóver”.
Es un manejo creer que me hacés sentir mal, en lugar de darme cuenta de que soy yo el que se siente mal.
Es un manejo que te diga que te quiero, sólo para conseguir que me confirmes que vos también me querés. Es un manejo preguntarte algo, si no voy a confiar en tu respuesta.
Es un manejo seguir esperando que cambies, en lugar de actuar coherentemente con mi desagrado y alejarme yo. Es un manejo acusarte de ser un manejador, en lugar de asumir que soy yo el manejable, soy yo el que se deja manejar.
Es un manejo relacionarme con otra persona desde otro lugar que no sea mi auténtico ser yo mismo…
Entonces… ¿está mal manejar?
El punto no es si está bien o está mal. El punto es si sirve.
Yo creo que todo depende de con quién estoy.
Si estamos hablando de una relación íntima, de una relación nutritiva, de una relación que me importa, entonces ¿para qué manejar?
¿Para qué podría servirme (más que para creerme ”poderoso”) que hagas lo que yo quiero, porque yo ”conseguí” que lo hicieras?
Si hoy estás aquí conmigo y yo no quiero que te vayas me monto un terrible teatro de sentirme mal y vos, a partir de eso, decidís quedarte, ¿de qué me sirve que te quedes?
Si sos mi pareja y yo me comporto como un delirante de los celos para impedir que te relaciones con los otros ¿para qué me sirve esa ”lealtad”?
Sin embargo, no intimamos con todo el mundo. No nos relacionamos íntimamente con todas las personas que conocemos. Y es más: en este mundo en el que vos y yo vivimos, ¿sería deseable que yo me condujera con la misma absoluta autenticidad con cuanto individuo se me cruce?
¡Me contesto que NO!
Hace algunos años, una noche de viernes, estaba con Perla sentado en un bar de la calle Corrientes.
De repente, me doy cuenta de que son las nueve de la noche y recuerdo que había quedado con un paciente en que lo llamaría a esa hora. Le pregunto al mozo:
– Mozo, ¿hay teléfono público aquí?
– No, señor.
– ¿Dónde puedo encontrar un teléfono cerca?
– Hay uno a cuatro cuadras, pero no sé si funciona.
– Dígame, ¿en el mostrador no tienen teléfono?
– Sí, teléfono hay, pero el dueño no se lo presta a nadie.
– Gracias. Me levanto, me acerco al mostrador maquinando qué hacer para conseguir el teléfono. ¡Idea! Saco carnet credencial de médico.
– Buenas noches, señor. Mire, yo soy médico (muestro credencial) y necesito hacer un llamado. Es importante. Le pido que me preste el teléfono. (¡Manejo!)
– ¡No anda!
– ¿Le molesta si pruebo?
Con cara de asco, extiende una mano debajo del mostrador y saca un aparato, mientras con la otra (después me di cuenta) mueve una palanca pasando la línea a otro aparato.
Yo levanto el tubo y, por supuesto, no anda.
Lo miro con odio y con un sarcástico ”muy amable” (que por supuesto, ni lo inmutó), giro y comienzo a caminar hacia mi mesa…
Pero no llego a la mesa. Cinco pasos antes, siento la campanilla de un teléfono sonando. Ubico el sonido, proviene de un entrepiso a mi izquierda. Me doy cuenta de la jugada. Vuelvo a girar hacia el mostrador.
Al acercarme, noto que el señor no está a la vista. Lo busco. ¡Está escondido debajo del mostrador atendiendo la llamada!
Apoyo las manos en el mostrador y espero… Quiero putearlo.
Quiero romperle una silla en la cabeza. Quiero hacerle entender que es un imbécil.
Y entonces, en ese preciso instante en que el señor sale de su escondite y me mira entre asombrado y asustado, recuerdo que mi objetivo, mi más importante objetivo es hablar por teléfono…
Mi expresión cambia y, con mi mejor cara de estúpido, digo:
– ¡Qué suerte! Justo se arregló. Ahora me lo va a poder prestar…
Ya no lo puede evitar…
– Sí, sí, doctor. Hable nomás… ¿Manejo?
Sí. ¡Manejo!
A esto llamo yo: no perder de vista el objetivo.