Cartas Para Claudia
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Este libro est? compuesto de los escritos que, durante m?s de tres a?os de trabajo terap?utico, Jorge Bucay dedic? a sus pacientes. Con el tiempo, ellos mismos empezaron a compartir y distribuir estas cartas, hasta que, un d?a, y en vistas del ?xito que estaban teniendo, sugirieron a Jorge Bucay que las publicara. Con sus propios recursos y la ayuda de algunos buenos amigos, Jorge Bucay public? este libro en 1986 con el t?tulo Cartas para Claudia. En esta correspondencia imaginaria, Claudia, una amiga muy querida por el autor, es la destinataria de un correo revelador que despejar? muchas de sus dudas sobre el autoconocimiento, el amor, la belleza de la vida y los secretos de la psicolog?a. El libro se ha convertido ya en todo un cl?sico de la autoayuda.
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Desde su propia visión, Leo Buscaglia -en su libro Vivir, Amar y Aprender- cuenta algo similar. Pregunta Buscaglia por qué la gente, cuando sube a un ascensor, se coloca de cara a la puerta. Todos paraditos con las manos pudorosamente alejadas de toda posibilidad de roce con los otros.
Cuando yo entro a un ascensor, jamás giro hacia la puerta. En general, me pongo de frente a todos y los miro. A veces digo:
– ¿No sería maravilloso que el ascensor se quedara trabado unas horas y nos diera tiempo para conocernos? La respuesta es siempre la misma. En el siguiente piso, todo el mundo se baja gritando:
– ¡Ahí hay un loco que dice que quiere que el ascensor se pare!…"
En lo personal, confieso públicamente que tengo un ritual: Detesto los ritos. Los detesto a tal punto, que jamás hago regalos de cumpleaños (salvo a los niños, para quienes el cumpleaños tiene otra connotación). Jamás recuerdo ningún aniversario. Hace muchos años que no profeso religión, ni visito cementerios. He dejado de llevar las cuentas de los años que hace que…
Ser tan anti-ritualista es decididamente un rito.
El aislamiento. Esta es la situación de puerta cerrada para con el mundo.
Aquí no hay intercambio con el medio.
También tiene dos alternativas: una que llamo estar solo y otra que llamo sentirse solo.
La diferencia es la medida en la cual soy suficiente compañía para mí mismo. Cuando me siento solo (aun cuando esté rodeado de gente) no me acompaño conmigo, siento dentro de mí la soledad. Estar solo, en cambio, puede ser también una elección. Puede ser una manera de estar más conmigo que nunca.
Cuando equiparé estos seis puntos a una escalera, quise significar que cada peldaño que descendemos nos alejamos más de los demás, nos alejamos de la posibilidad de intimar.
Cada contacto con el medio es un estímulo. El único estímulo incondicional es el de la intimidad.
Incondicionales quiere decir que no están referidos a lo que hago, sino a lo que soy.
No es lo mismo:
"Te portaste mal" (condicional), que "Sos malo" (incondicional), ni "¡Qué bien te salió esto! (condicional), que "¡Qué hábil que sos!" (incondicional).
Cuando me asusta el rechazo incondicional, cuando tengo miedo de lo que me darán a cambio de lo que soy, entonces huyo, juego o trabajo, y si no me alcanza… me refugio en los pasatiempos o en los ritos. Si no es suficiente… me aíslo.
La inversa también es cierta.
Si rompo mi aislamiento, si termino con los ritos Y los pasatiempos, si trabajo en la medida que quiero y si dejo de
jugar a la vida, entonces… llego al peldaño en el que quiero estar: la intimidad.