Una Vez Al Claro De Medianoche
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Hubo un tiempo en que Aidan O’Conner fue una celebridad que daba todo de s? mismo, incluido su dinero, sin querer nada a cambio. Hasta que lleg? un momento en que los que le rodeaban empezaron a tomar sin ni siquiera preguntar… y entonces la traici?n lleg? desde todos los lados posibles… incluso desde sus m?s allegados. Ahora, Aidan es un hombre que no quiere saber nada de este mundo ni de nadie que forme parte de ?l.
Hasta la noche en la que encuentra en su puerta a una extra?a a la que ha visto antes… en sus sue?os.
Nacida en el Olimpo como una diosa, Leta no sabe nada acerca de los humanos. Pero ahora, un brutal enemigo la ha transportado del mundo de los sue?os hasta la casa del ?nico hombre que conoce. Sus poderes inmortales se alimentan de las emociones humanas y la ira y hostilidad de Aidan son justo el combustible que necesita para defenderse.
Una helada noche de invierno cambiar? sus vidas para siempre. Y atrapados en una fuerte tormenta, ambos se ver?n obligados a hacer la ?nica cosa que juraron no volver a repetir… confiar.
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Por supuesto, acecharía y asesinaría al que se le enviara, pero una vez lo hubiese hecho, Dolor regresaría al que lo había convocado.
Que los dioses se apiadaran del convocador entonces. Su tortura no tendría final.
Cerrando los ojos, despertó sus aletargados poderes. Dejó que sus pensamientos fueran a la deriva hasta encontrar al objetivo de Dolor.
El objetivo le daba la espalda, pero incluso aunque ella podía asegurar que él era alto y ancho de hombros. Su pelo rubio era revuelto y ondulado cayéndole hasta la parte superior de su cuello.
Como una diosa de los sueños, podía sentir sus amargas emociones llamándola. Eran tan fuertes que podía sentirlas como suyas propias.
– Claro.-dijo él, su profunda voz llena de malicia-.No deja de asombrarme como una sola mentira puede deshacer toda una vida de bien.
Y ahí fue cuando ella se dio cuenta de algo. Ese hombre no necesitaba a Dolor. Este vivía realmente dentro de él junto a la Amargura y la Rabia. Lo tenían apretado cómodamente contra sus pechos y por lo que sentía no tenían intención de dejarle ir.
Entonces lo oyó…
Esa profunda risa que helaba la sangre.
– Leta…
Ella se emitió a si misma desde su estéril diván para permanecer de pie sobre el frío suelo de mármol. Un helado viento le aplastó la túnica contra el cuerpo, exponiendo sus desnudos pies hasta los tobillos. Esto hacía que las bandas de oro sobre sus antebrazos se congelaran. Las paredes a su alrededor eran blancas sin ningún cuadro, cortinas o cualquier cosa que rompiese esa baldía cualidad.
Aún así, sentía la presencia del dios del Dolor.
– ¿Dónde estás, bastardo?
Dolor apareció detrás de ella. Antes de que pudiera moverse, la agarró por el pelo y tiró apoyando el dorso de la cabeza de ella contra su hombro.
– No creerías que podías tenerme atrapado para siempre, ¿verdad?
Ella intentó luchar, pero él la liberó y se desvaneció.
– Esto no se ha acabado, Dolor.-dijo ella, su voz cargada con el peso de su determinación.
Su risa llenó la habitación.
– No, no lo ha hecho. Tú me ataste a esta maldición y antes de que esto acabe, pagarás por ello. Ahora si me disculpas, tengo un humano al que torturar y matar.
Ella lo sintió retroceder todo el camino bajando por su columna y no había nada que pudiera hacer para detenerlo. Por decreto de Zeus, sus propias emociones le habían sido drenadas. Aún así todavía sentía algo… ¿Restos quizás de emociones del pasado?
No estaba segura.
Pero una cosa era cierta, no iba a permitir a Dolor herir a otra alma si podía impedirlo. Esto era un voto solemne que se había hecho y era el único que mantendría. Tanto tiempo como hubiese vida en sus venas, pelearía.
Y cuando se movió hacia delante, el objetivo de Dolor se volvió en el espejo para mirarla.
Leta se congeló cuando vio las facciones de la cara del hombre. Era tan hermoso como un inmortal. A través de la niebla que separaba el Olimpo del plano humano, pudo ver cada curva y línea de su perfecta cara. Pronunciadas cejas alzándose sobre unos ojos de un verde pálido. Abrasando con inteligencia, le mostraron un alma que estaba manchada por la traición. Una completamente desprovista de confianza.
Y en un simple momento, sintió su pena en el interior de su propio corazón. Él quería confiar en alguien. Quería alcanzarlo. Pero había olvidado como.
Solo y frío, era el dolor personificado.
Inclinando la cabeza, ella se dio cuenta de algo. Ese dolor que ardía tan violentamente en su interior era exactamente lo que necesitaba para vencer a Dolor. Si podía canalizarlo, se fundiría con sus poderes y le daría la ventaja. No había emoción más fuerte que la rabia…
Él ya había sido herido bastante…
Eso no importaba. Ella no podía ver su dolor como propio. Dolor debía ser derrotado a toda costa y si ese humano pagaba el precio, ¿Qué? La vida y alma de uno nunca valdrían más que la vida y el alma de muchos. Aidan O´Conner sería su sacrificio y su pasado sería finalmente vengado. Dolor sería derrotado por su mano y puesto a descansar para toda la eternidad.
CAPÍTULO 1
Leta esta completamente desconcertada por el mundo humano cuando se quedó mirando dentro de los espejos de su alrededor que le mostraban los acontecimiento diarios que sucedían en el reino del hombre. Su mirada iba de un espejo a otro mientras intentaba encontrarle sentido a las parpadeantes imágenes de personas de todo el mundo. Empezaba a sospechar que había cometido un horrible error poniéndose a sí misma en éxtasis mientras esperaba que Dolor despertara. Todo había cambiado.
Todo.
Había complicados artilugios,máquinas, que ni siquiera empezaba a entender. Y los idiomas habían cambiado demasiado…Tenía que centrarse para entender las palabras pronunciadas rápidamente, que eran acertijos con coloquialismos y jerga que escapaban a su comprensión. Le dolía la cabeza del esfuerzo de todo eso.
– Date tiempo.
Ella se volvió para encontrar a su hermano mayor M´Adoc detrás de ella. Para una criatura cuyas emociones habían sido brutalmente arrancadas, sentía que su corazón se conmovía ante su cercanía. Era una débil alegría que le recordaba como se sentiría la verdadera felicidad. Pero las emociones fantasmales eran mejor que no tener emociones.
Alto y ágil como ella, M´Adoc tenía el ondulado pelo negro y ojos de un azul tan pálido que casi era transparentes.
Ella le tendió la mano.
– Es bueno verte otra vez, hermano.
Hubo el más sutil ablandamiento en su mirada cuando tomó su mano y ella se la llevó a los labios.
Leta se estremeció cuando una espontánea e inesperada imagen suya siendo torturado la atravesó. Incluso después de cientos de años, todavía podía oír sus gritos.
Y los suyos propios.
Como si conociese sus pensamientos, M´Adoc la atrajo a sus brazos. Acunó la cabeza en su mano y sostuvo su cara contra el hombro. Leta jadeó cuando él le pasó el conocimiento de los cambios del mundo y como funcionaba.
– Te has impuesto una tarea hercúlea, hermanita.-susurró contra su pelo-.Deberías haberte quedado con el resto de nosotros y no aislarte.
– No podía.
Había sido demasiado doloroso verlos a todos sin emociones cuando recordó la manera en que habían sido antes de que Zeus los castigara. La única emoción que Zeus les había dejado era el dolor, de modo que pudiera controlar y castigar a los dioses del sueño, y ese dolor sin fin había alimentado un agujero en su interior.
Era un frío mundo el que había estado forzada a vivir y eso más que nada era el porqué sólo se había contentado con dormir a través de la eternidad.
Ella se apartó de M´Adoc de modo que pudiese encontrar su mirada.
– Tengo que detenerle.
– Él no es el único dios del dolor. El dolor impregna todo en nuestro mundo y en el del hombre.
– Lo sé. Pero él es el sufrimiento definitivo. No es suficiente con que haga gritar a sus víctimas. Las destruye, mente, cuerpo y alma. No estuviste allí, hermano… no lo has visto.
Aún así, él se estremeció como si pudiese de hecho ver sus recuerdos.
– Todo el mundo hace lo que sienten que tienen que hacer. Te respeto por tus elecciones. No quiero decir que esté de acuerdo con ellas.-su mirada se agudizó antes de volver a hablar-.Dolor te matará si tiene oportunidad.
Ella dejó que se curvara un lado de su boca en una especie de amarga sonrisa.
– Bueno. Disfrutaré de la pelea de manera que pueda disfrutar al sentir su corazón en mi puño cuando le arranque la vida.
M´Adoc inclinó la cabeza hacia ella.
– Entonces te dejo con tus planes de venganza…excepto por una cosa.
– ¿Qué es?
Sus ojos eran fascinantes.
– No es el dolor que nos infligen el que nos destruye. Es el dolor que dejamos dentro de nuestros corazones el que lo hace. No dejes que la rabia de los humanos se convierta en la tuya. Puede volverte loca si lo haces-.Y con esas sabias palabras, se desvaneció.