Depredador de Suenos
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Condenado por los dioses a vivir su existencia sin emociones, Xypher escoge la busqueda de las emociones, para sentir otra vez en los sue?os de los humanos, solo para encontrarse a si mismo condenado a morir. Pero se le da una ?ltima oportunidad como indulto. Convertido en humano durante un mes, debe redimirse en ese tiempo o Hades lo devolver? al Tartaro y a su tortura.
Simone Dubois es una forense la cual no se asusta por gran cosa, especialmente ya que es una ps?quica y puede ver y o?r a las personas con quienes est? trabajando. Cuando ellos la empujan hacia otra v?ctima, no piensa demasiado en ello, hasta que ?l se levanta de la mesa y empieza a marcharse.
Xypher no quiere perder el tiempo con esa mujer humana y sus preguntas. Pero no pasa demasiado antes de que los misteriosos atentados contra la vida de Simone obliguen a Xypher a permanecer entre la mujer que est? empezando a tocar el coraz?n que ?l pensaba hab?a muerto hace tiempo y el peligro que amenaza la vida de ella.
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Julián hizo una mueca al ver como emanaba sangre por el costado de Xypher.
Sin decir una palabra, ella le rasgó la camisa a Xypher. Contuvo el aliento y se acordó de una de las ventajas de su trabajo. Los cadáveres, no sangraban sobre su mesa de reexaminación. No había atendido a un paciente vivo desde que fuera una interna en la universidad.
Julián miró sobre el hombro.
– ¿Cómo se encuentra?
– Esa… cosa, lo que sea que fuera, lo dejó hecho un desastre. La espada atravesó su cuerpo de lado a lado.
Julián hizo una mueca.
– Sí, esa herida duele bastante. Sufrí alguna de esas, tiempo atrás.
Ella decidió dejar pasar el comentario, mientras inspeccionaba la hemorragia sanguínea lo mejor que podía.
– Realmente necesito llevarlo al hospital, pero habiendo trabajado en la Sala de Urgencias durante años, sé la clase de preguntas que nos harán y que no podremos responder.
– Aguarda, os llevaré a uno.
Ella abrió la boca para protestar.
Julián levantó la mano para silenciarla antes de que empezara.
– Es un lugar seguro, llamado Santuario. La sala de hospital está equipada para este tipo de circunstancias. Es un lugar, donde aquellos que no son humanos pueden acudir en busca de auxilio. Tendrá todo lo que necesitas y no habrá preguntas sobre la procedencia de ninguno de vosotros.
Eso la hizo sentir mucho mejor.
– Bien. Porque a menos que empiece a curarse por sí mismo de inmediato, necesitará cirugía… rápido. O morirá.
La muerte, era una posibilidad que prefería evitar.
Julián miró la cama empapada de sangre e hizo una mueca de dolor.
– Debería haberte llevado allí antes de arruinar el edredón. Es lo que gano por intentar pasar por un humano todo el tiempo. A veces olvido mis propios poderes.
Lo próximo que supo, fue que se encontraban en algo parecido a un consultorio médico. El interior estaba revestido de acero, excepto por los pisos de baldosas blancas y las paredes también blancas, que estaban repletas de estanterías de vidrio atiborradas de medicinas. Había también una acolchada camilla, junto a la que se depositaban tres bandejas cubiertas de instrumentos médicos y quirúrgicos. Como le habían prometido, contenía todo lo que necesitaba para examinar a Xypher.
Julián se situó a su lado, cargando a Xypher en los brazos. Una tarea para nada sencilla, teniendo en cuenta que el hombre era varios centímetros más alto que él.
– Estoy desorientada -dijo Simone en voz baja mientras la asaltaba una sensación de mareo. Se abrazó al maletín más cercano para orientarse.
Ignorándola, Julián gritó:
– ¿Carson?
La puerta de la izquierda se abrió, para revelar la figura de un hombre alto, de origen Nativo Americano que los miró enfurecido. Su largo cabello negro estaba recogido en una firme cola de caballo y sus facciones afiladas, se asemejaban a las de un ave de rapiña.
– No gritéis. Tengo oídos extremadamente sensibles.
– Lo siento -respondió Julián-. Pero tenemos un problema. Carson, Simone. Simone, Carson. Él es cirujano.
– Oh, gracias a dios -dijo, agradecida de que hubiera otro doctor presente-. Yo sólo opero a los muertos.
Carson no hizo comentario al respecto. En vez de eso, su oscura mirada se posó sobre Xypher.
– ¿Y el tío que sangra sería…?
– Un Dream-Hunter.
Carson se quedó con la boca abierta ante la respuesta de Julián.
– ¿Sangran en el plano humano?
– Aparentemente, y parece que bastante.
Carson asintió brevemente antes de atravesar la sala para abrir una puerta tras ellos.
– Traedlo aquí y colocadlo sobre la mesa.
Julián no dudó en obedecer.
Simone lo siguió dentro de la sala de cirugía. Al igual que la habitación exterior, estaba limpia y esterilizada, tenía muebles de acero y grandes lámparas sobre la mesa quirúrgica. Se parecía a cualquier quirófano que ella hubiera visto antes y estaba impresionada con la calidad de los instrumentos y monitores. De hecho, sabía que varios hospitales matarían por encontrarse tan actualizados.
Mientras Julián depositaba a Xypher sobre la mesa, ella se encaminó a la pequeña habitación de la derecha donde un lavabo preparatorio aguardaba a que fuera a lavarse.
Carson la siguió de inmediato.
– Parece que sabes lo que haces.
– Soy Medico Forense y se me ocurrió que habrías de necesitar un asistente para la cirugía. -Se secó las manos con una de las toallas verdes que estaban apiladas sobre la repisa junto al lavabo.
El inclinó la cabeza antes de comenzar a enjabonarse las manos.
– Bien, mujer. Mi asistente de siempre tiene el día libre.
Julián apareció en la entrada con la ropa cubierta de sangre.
– Si nadie me necesita aquí, estoy planeando volver a mi casa a hacer un inventario de los daños de mi cama. Y a rezar a dios, que ninguno de mis vecinos haya visto la descomunal batalla que llevamos a cabo en la calle, con nuestro amigo demonio en el vecindario.
Carson carraspeó.
– Por favor, nada debe quedar grabado en cinta de video y Dios nos libre de las Cámaras Web. Juro que odio la era moderna.
Simone ignoró su mordaz comentario y miró a Julián a los ojos.
– Buena suerte y gracias por la ayuda.
Julián le sonrió y se desvaneció, mientras Carson acarreaba una mesa de instrumentos hacia la habitación contigua.
– ¿No necesitaremos máscarillas y uniformes? -Preguntó Simone.
Él negó con la cabeza.
– Me lavo las manos por hábito. Básicamente, ese amigo tuyo, debería ser inmune a los gérmenes que matan a los humanos. Y de cualquier modo, si algo pudiera infectarlo, sería algo contra lo que no podremos protegerlo.
– Oh -Simone se situó en el lado opuesto de la mesa y lo ayudó a remover el esparadrapo provisorio del costado de Xypher. Estaba un poco sorprendida de que Carson no le quitara los jeans a Xypher, pero parecía satisfecho dejándolo parcialmente vestido.
Dado que ella jamás había operado a nadie, mucho menos alguien que no fuera humano, mantenía sus conocimientos quirúrgicos en secreto. Obviamente, el hombre sabía lo que hacía o Julián no los hubiera traído aquí. Sin mencionar, que nadie habría pagado por todo ese equipamiento, a menos que supiera como usarlo.
Era obvio ¿no?
Ella esperaba que así fuera. Dando un paso atrás, vio como Carson lo abría y empezaba a trabajar en la herida. Ella se encogió al percatarse del daño causado. Sus arterias y sus tejidos eran una pesadilla.
Pobre hombre… o lo que sea que fuera.
Una punzada de culpabilidad la atravesó al recordar la manera en que se había interpuesto entre ella y el demonio. Había recibido lo peor de la lucha, y lo mismo había hecho en el callejón, para que ellos no resultaran heridos.
A pesar de toda su grosera fanfarronería, él tenía corazón y al menos, un código de moral básico. Ese entendimiento, suavizó la manera en que se sentía sobre él. En realidad, no era tan malo. Y mientras lo miraba fijamente, una parte de ella se conmovió por su consideración.
Carson se estiró para coger una grapa de su inmaculada bandeja.
– ¿Con qué le cortaron?
– Una espada corta.
Él sacudió la cabeza.
– Parece que lo hubieran atacado con una motosierra. Mira el daño que hay aquí. -El retiró la piel para que ella tuviera una vista completa.
Simone le alcanzó una nueva grapa notando cuanto sangraba Xypher. Carson estaba en lo cierto. Era tremendo.
– No sé si esto ayuda o siquiera importa, pero el hombre que blandía la espada era una especie de demonio.
– ¿Sabes a qué panteón pertenece?
Esta tenía que ser la conversación más atolondrada que hubiera tenido en su vida. No había muchas personas, con las que pudieras hablar sobre la aparición de un demonio en medio de la calle cuyo propósito era atacarte, que lo aceptaran tranquilamente, para luego formular una pregunta tan simple. Debería ser interrumpida a carcajadas.