Seduccion
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Lo llamaban «el demonio» y dec?an que jam?s amar?a a otra mujer. Ella acept? el desaf?o.
En el pueblo lo llamaban «el demonio», pues el sombr?o y enigm?tico Julian, conde de Ravenwood, era un hombre de temperamento iracundo.
Su primera esposa hab?a muerto de modo misterioso, un hecho que no se olvidaba f?cilmente. Hab?a quienes sosten?an que la bella lady Ravenwood se hab?a ahogado en las turbias y oscuras aguas de la laguna. Otros implicaban directamente al conde, bas?ndose en su car?cter.
Ahora Sophy Dorring, una muchacha criada en el campo, est? a punto de convertirse en la nueva esposa de Ravenwood, atra?da por su fuerza masculina y por el brillo de deseo que ard?a en sus ojos…
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Sophy levantó la vista del manojo de cartas y se sintió confundida.
– ¿Se supone que ésta será mi primera obligación de esposa, milord?
– Correcto.
Sophy esperó, tratando de dilucidar sí sentía alivio o decepción. Debió haber sido alivio.
– Será un placer hacerme cargo de esto, Julián, pero usted, mejor que nadie, sabe que tengo muy poca experiencia con la sociedad.
– Esa es una de tus cualidades más rescatables, Sophy.
– Gracias, milord. Estaba segura de que tenía que poseer alguna.
Julián la miró con suspicacia, pero prefirió no hacer comentarios al respecto.
– Bueno, yo tengo una solución para el dilema que tu inexperiencia nos presenta. Te entregaré una guía profesional para que aprendas todo lo concerniente a este salvaje mundo social.
– ¿Una guía?
– Mi tía, lady Francés Sinclair. Siéntete con toda la libertad de llamarla Fanny. Todos le dicen así, incluso el Príncipe. Creo que te resultará interesante. Francés es como una marisabidilla. Ella y su amiga se sienten muy orgullosas de ser las organizadoras de un pequeño salón, donde se reúnen las damas más intelectuales los miércoles por la tarde. Probablemente te invitará para que te unas al club.
Sophy escuchó la divertida condescendencia de su voz y sonrió serenamente.
– ¿Ese pequeño club es como el que frecuentan los hombres, donde una puede beber, hacer apuestas y divertirse hasta altas horas de la noche?
Julián la miró con desaprobación.
– Definitivamente, no.
– Qué decepción. Pero sea como sea, creo que su tía me caerá muy bien.
– Pronto lo sabrás. -Julián miró el reloj de la biblioteca-. Debe de estar por llegar en cualquier momento.
Sophy estaba asombrada.
– ¿Va a venir de visita esta mañana?
– Me temo que sí. Mandó a avisar hace una hora que vendría. Sin duda vendrá con su amiga, Harriette Rattenbury, Las dos son inseparables. -Julián apenas esbozó una sonrisa-. Mi tía está ansiosa por conocerte.
– Pero ¿cómo supo que yo estoy en la ciudad?
– Esa es una de las cosas que debes aprender de la sociedad, Sophy. Los chismes van por el aire aquí. Eso tendrás que tenerlo bien presente porque lo último que quiero escuchar son chismes respecto de mi esposa. ¿Está bien claro?
– Sí, Julián.
