Olvidado Rey Gud?
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Olvidado rey Gud? narra el nacimiento y expansi?n del Reino de Olar, en una historia donde se habla de la p?rdida de la inocencia, la atracci?n y el miedo hacia lo desconocido, el placer de la conquista, el amor, el dolor, la memoria, y sobre todo, el olvido.
El universo fant?stico de Matute nos introduce en una historia largu?sima sobre traiciones, hijos ileg?timos, desamores y pasiones desconocidas. Un rey incapaz de amar es el centro de esta saga dram?tica, con pocas concesiones a la ternura o la esperanza. He ah? la mayor baza de la novela, la forma en que retrata la educaci?n y la falta de afecto hacia los hijos. Un relato cruel con parricidios, asesinatos y huidas, todo entremezclado en una narraci?n densa a la vez que f?cil de seguir, hasta el obligado e inexorable final.
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Así pues, el tormentoso augurio que como negra e hinchada nube amenazara por sobre sus cabezas desde el momento en que el Rey del Bosque y el Rey de Olar dirimieran sus puntos de vista, disipóse como al soplo de una brisa repleta de esperanzas. Y hay que añadir que, al arrodillarse todos ante el pequeño Gudú y proclamar fogosamente con los gritos acostumbrados su adhesión al tierno Rey, más de uno sintióse gratamente sorprendido al comprobar que su Reina era una joven mujer de extraña e indómita belleza. Así, cuando la augusta Señora volvió el rostro hacia el Príncipe Almíbar y dedicó a su antiguo Guardián una esplendorosa sonrisa, despertó, aunque bien se guardaron de manifestarlo, la sospecha entre los presentes de que acaso, durante el largo cautiverio de la Reina, Guardián y Cautiva habían estado dándoles, como vulgarmente se dice, gato por liebre.
Tal vez el destino de Olar -y de esta historia- hubiera tomado un rumbo muy distinto si no fuera porque en tan crítico momento sobrevino al Conde Tuso la, para él, malhadada circunstancia de ser víctima de una visión interponiéndose a todo razonamiento: una cornamusa, símbolo de su incomprensión, se recortó flotante ante sus ojos, borrando cualquier idea o impulso. Una cornamusa, como enseña de algo o alguien que, por indescifrable, le inquietaba e irritaba a partes iguales: el Príncipe Almíbar.
