Los cuervos del Zangre
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Despu?s de dos a?os encadenado a un remo en una galera roknari, Lupe de Cazaril, noble de sangre, regresa a su casa en Chalion como un hombre humilde y an?nimo, cruelmente marcado por el l?tigo y las penurias. Sin tierras, con los honores adquiridos en batalla y los viejos rencores casi olvidados, ahora s?lo aspira a servir en el mismo castillo en el que una vez fue paje. Sin embargo, los dioses de Chalion parecen haberle reservado otro destino.
Tras convertirse en secretario y tutor de Iselle, la nieta de los se?ores de Chalion, Cazaril se ver? pronto implicado en las intrigas, la corrupci?n y las oscuras tramas de la corte que florecen bajo el d?bil mandato de Orico. La ambici?n que rodea el futuro de la joven Iselle y el poder de Chalion le obligar?n a enfrentarse de nuevo a los hombres que le traicionaron una vez.
En Los cuervos del Zangre, Lois McMaster Bujold vuelve a demostrar su enorme talento a la hora de crear complejas y cre?bles tramas pol?ticas, en las que entrelaza a unos personajes tan humanamente imperfectos como memorables.
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Cuando entraron en el patio, con el arañar de los cascos de sus caballos resonando sordamente sobre el adoquinado, Teidez salió como una exhalación de una puerta lateral, gritando:
– ¡Iselle! ¡Iselle!
La mano de Cazaril saltó a la empuñadura de su espada a causa de la conmoción -la túnica y los pantalones del joven estaban salpicados de sangre- antes de retirarse de nuevo al ver a un de Sanda cubierto de polvo y mugre siguiendo los pasos de su pupilo. El cruento aspecto de Teidez se debía simplemente a una tarde de entrenamiento en el matadero de Valenda. No era el horror lo que daba fuerzas a sus excitados gritos, sino el gozo. El rostro redondo que volvió a su hermana estaba radiante de felicidad.
– ¡Iselle, ha ocurrido algo maravilloso! ¡Adivina, adivina!
– Cómo quieres que lo adivine… -comenzó su hermana, riendo.
Impaciente, Teidez se dio por vencido con un aspaviento; la noticia brotó incontenible de sus labios.
– Acaba de llegar un correo del roya Orico. ¡Se nos ordena a ti y a mí que nos presentemos este otoño en su corte en Cardegoss! ¡Y mamá y la abuela no están invitadas! ¡Iselle, vamos a escapar de Valenda!
– ¿Vamos al Zangre ? - Iselle prorrumpió en gritos de alegría, y saltó de la silla para coger las hediondas manos de su hermano y danzar en círculos por todo el patio. Betriz se inclinó sobre su silla y los observó, con la boca entreabierta en señal de tembloroso deleite.
Su fámula frunció los labios con mucho menos candor. Cazaril y sir de Sanda cruzaron la mirada. La boca del tutor del róseo estaba cincelada en forma de rictus torvo.
A Cazaril le dio un vuelco el estómago cuando repicaron en el suelo las últimas monedas de la conclusión. La rósea Iselle tenía orden de asistir a la corte; por consiguiente, su pequeña casa iría con ella a Cardegoss. Incluida su dama de compañía, lady Betriz.
Y su secretario.