Control Total
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Cuando Sidney Archer despidi? a su marido, el cual iba a tomar un avi?n rumbo a Los ?ngeles, no pod?a sospechar que para ella comenzaba una nueva vida.
En primer lugar, el avi?n se estrell?; las investigaciones posteriores revelaron que hab?a sido v?ctima de un sabotaje; despu?s descubri? que su marido hab?a supuestamente robado secretos de la empresa en la que trabajaba para venderlos a la competencia.
Pero con todo ello, apenas si hab?an comenzado sus tribulaciones: las m?ltiples sospechas que recaen sobre su marido colocan a Sidney en el punto de mira del FBI, que la considera c?mplice de ?l. Pero adem?s, la convierten en objetivo de una cacer?a implacable, un acoso en el que todos los caminos que llevan a ella est?n sembrados de cad?veres. El trofeo: controlar las redes de informaci?n del siglo XXI.
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Los agentes miraron la pantalla donde ahora el interior de la limusina resplandecía en una infinidad de lugares. Por un momento pareció como si estuvieran en el interior de una mina y las pepitas de oro brillaran en cada grieta. Liz señaló varias manchas con la flecha.
– Mi conclusión es que el caballero encontrado en el suelo del asiento trasero estaba o bien sentado mirando hacia atrás o con el rostro vuelto en parte hacia la ventanilla del lado derecho. La herida estaba muy cerca de la sien derecha. La dispersión de sangre, huesos y tejidos fue considerable. El asiento trasero está cubierto con los restos.
– Sí, pero aquí hay un hueco muy evidente. -Sawyer señaló el lado izquierdo del asiento trasero.
– Efectivamente, tienes buen ojo -afirmó Liz. Volvió a utilizar la línea para medir-. Encontramos las muestras distribuidas con bastante uniformidad en el asiento trasero. Eso me lleva a creer que la víctima -consultó las notas que tenía junto al ordenador-, Brophy, se había vuelto hacia su izquierda. Eso dejaría la zona de la herida, la sien derecha, directamente frente al asiento trasero, lo que explicaría la abundante dispersión en el asiento trasero.
– Como la metralla de un mortero -comentó Sawyer con un tono seco.
– No es un término técnico, pero no está mal para un lego, Lee. -Liz enarcó las cejas y después añadió-: Sin embargo, en la mitad izquierda del asiento prácticamente no hay restos, no hay sangre, tejidos o fragmentos de huesos en casi un metro veinte. ¿Por qué? -Miró a los dos agentes como una maestra que espera que sus alumnos comiencen a levantar las manas.
– Sabemos que una de las víctimas estaba sentado en el extremo del lado izquierdo: Philip Goldman -respondió Sawyer-. Lo encontraron allí. Pero era un tipo de constitución normal. No podía ocupar tanto lugar. Por el tamaño del hueco, los pelos y la fibra que has recogido, debemos suponer que había otra persona sentada junto a Goldman.
– Yo también lo interpreté de esa manera -señaló Liz-. La herida de Goldman debió echar una buena cantidad de residuos. Y una vez más, nada en el asiento a su lado. Eso refuerza la conclusión de que había alguien más sentado allí y que recibió toda la rociada. Una muy poco agradable. Si me hubiese tocado a mí, me habría estado en la bañera una semana, toco madera.
– Chaqueta de lana, pelo rubio… -comenzó a decir Jackson.
– Y esto -le interrumpió Liz, que señaló la pantalla. Todos miraron mientras cambiaba la imagen. Una vez más vieron el asiento trasero. El cuero aparecía roto en varios lugares. Tres líneas paralelas iban de adelante a atrás hasta un punto muy cerca de donde habían encontrado a Goldman. Casi en la mitad de las líneas había un objeto solitario. Los agentes miraron a Liz.
– Eso es parte de una uña. No hemos tenido tiempo para hacer un análisis de ADN, pero es evidente que pertenece a una mujer.
– ¿Cómo lo sabes? -preguntó Jackson.
– No es tan complicado, Ray. Es una uña larga, atendida por una manicura y pintada. No es algo habitual en los hombres.
– Ah.
– Las líneas paralelas en el cuero…
– Rasguños -afirmó Sawyer-. Ella arañó el asiento y rasgó el cuero.
– Eso es. Sin duda, la mujer estaba dominada por el pánico -dijo Liz.
– No es de extrañar -señaló Jackson.
– ¿Alguna cosa más, Liz? -preguntó Sawyer.
– Oh, sí. Muchas. Huellas dactilares. Utilizamos MDB, un compuesto que es muy bueno para la fluorescencia de las huellas latentes cuando se usa un láser. También usamos una lente azul con el Luma-lite. Conseguimos muy buenos resultados. Eliminamos las huellas de las tres víctimas. Sus huellas estaban por todas partes. Es comprensible. Sin embargo, encontramos unas cuantas parciales, incluida una que coincide con los rasguños, algo que parece lógico. Y encontramos una que tiene un interés especial.
– ¿A qué te refieres? -le preguntó Sawyer, que olisqueó como un sabueso.
– Las ropas de Brophy estaban muy manchadas de sangre y otros residuos procedentes de la herida. El hombro derecho estaba cubierto de sangre. Parece lógico porque la hemorragia de la herida en la sien derecha debió ser intensa. Encontramos huellas de todos los dedos de una mano en la sangre del hombro derecho.
– ¿Cómo se explica eso? ¿Alguien intentó darle la vuelta? -preguntó Sawyer, intrigado.
– No, yo diría que no, aunque no tengo ninguna prueba para negarlo. Sin embargo, tengo el presentimiento, a juzgar por la huella de la palma de la mano, de que alguien, y sé que esto suena bastante raro dadas las circunstancias, que alguien intentó pasar por encima de él, o por lo menos que se encaramó sobre el tipo. Los dedos tan juntos, el ángulo de la palma y algunas cosas más sugieren con fuerza que eso fue lo que ocurrió.
– ¿Trepó por encima de él? -El tono de Sawyer no podía ser más escéptico-. Eso es mucho imaginar, ¿no crees, Liz? No puedes saberlo sólo por las huellas, ¿verdad?
– No baso mis conclusiones sólo en eso. También encontramos esto. -Señaló otra vez la pantalla donde ahora se veía una cosa extraña. Un dibujo o una forma, mejor dicho, dos. El fondo oscuro hacía difícil entender lo que estaban viendo.
– Esta es una toma del cadáver de Brophy -les explicó Liz-. Está boca abajo en el suelo. Lo que vemos es la espalda. La marca que aparece en el medio quedó impresa en una mancha de sangre.
Jackson y Sawyer se acercaron a la pantalla y forzaron la vista en un intento por descubrir qué era aquella imagen. No lo consiguieron y miraron a la experta.
– Es una rodilla. -Liz amplió la imagen hasta llenar toda la pantalla-. La rodilla humana deja una marca inconfundible, sobre todo cuando se dispone de un fondo maleable como la sangre. -Apretó otra tecla y apareció otra imagen distinta-. También está esto.
Sawyer y Jackson miraron la pantalla. Esta vez no tuvieron dificultades para identificarla.
– La huella de un zapato, el tacón -dijo Jackson.
– Sí -replicó Sawyer, poco convencido-, pero ¿qué necesidad tenía de trepar por encima de un tipo muerto, ensuciarse de sangre y no sé qué más, y dejar huellas por todas partes, cuando sencillamente podía abrir la puerta izquierda y salir? Me refiero a la persona que probablemente estaba sentada junto a Goldman en el lado izquierdo.
Jackson y Liz intercambiaron una mirada. No tenían la respuesta adecuada. Liz se encogió de hombros y sonrió.
– Señores, son ustedes los que cobran una pasta. Yo sólo soy una rata de laboratorio.
– Me encantaría tener otras cincuenta como tú, Liz -afirmó Jackson.
Ella le agradeció el cumplido con otra sonrisa.
Todos se quitaron las gafas.
– ¿Supongo que ya habrás pasado las huellas por la máquina? -le preguntó Sawyer.
– Caray, lo siento, me olvidé de lo más importante. Todas las huellas, la que vimos en la pantalla, en el arma homicida, las que están en la limusina, las del piso octavo y las del ascensor son de la misma persona.
– Sidney Archer -dijo Jackson.
– Así es -asintió Liz-. La oficina donde nos llevó el rastro de sangre también era la suya.
Sawyer se acercó a la limusina y miró en el interior. Le hizo una seña a los otros dos para que se acercaran.
– Muy bien, por lo que sabemos hasta ahora, podemos suponer que Sidney Archer estaba sentada aquí. -Señaló un punto ligeramente a la izquierda del centro del asiento trasero.
– Parece lógico si nos basamos en lo que hemos descubierto. El dibujo de la dispersión de la sangre, la fibra y las huellas lo corroboran -manifestó la técnica.
– Vale. Si ahora miramos el lugar donde acabó el cuerpo, es probable que Brophy estuviera sentado mirando hacia atrás. Según tú, pudo volver la cabeza y eso justificaría la cantidad de residuos en el asiento trasero.
– Sí. -Liz asintió mientras seguía la reconstrucción de Sawyer.
– Tampoco hay ninguna duda de que la herida de Brophy fue de contacto. ¿Más o menos a qué distancia? -Sawyer señaló el espacio entre el asiento delantero y trasero en la parte de atrás.