Sospecha
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Andy Fallon, un joven polic?a, ha aparecido desnudo y ahorcado. Seg?n todos los indicios, se ha suicidado o ha sido v?ctima de un juego er?tico, pero el detective Sam Kovac no termina de verlo claro. Se propone esclarecer los hechos, en parte, como un servicio al padre del joven muerto, un antiguo polic?a que tuvo que retirarse tras quedar inv?lido a consecuencia de un disparo, pero tambi?n porque sabe que hay personas que pod?an tener inter?s en la desaparici?n de Andy. Y es que el joven era de Asuntos Internos y adem?s homosexual, dos circunstancias que pueden producir antipat?as en determinadas personas, m?s a?n si tienen algo que ocultar. Para Kovac se trata de un terreno muy resbaladizo, en el que sin duda se va a encontrar con la hostilidad de muchos. Pero ?l es tozudo, cuenta con la ayuda de Nikki Liska, una entusiasta polic?a divorciada, y ama la verdad. Una verdad que emerger? en toda su sordidez y brutalidad.
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Speed vaciló un instante, como si tuviera algo más que decir, pero por fin se fue por donde había venido.
Liska permaneció inmóvil, con la mirada clavada en el suelo mientras intentaba aclararse las ideas y poner la mente de nuevo en funcionamiento para volver al trabajo y ser la poli dura de siempre. Otra vez. Vio a Kovac bajo la arcada que conducía a la parte principal de la casa.
– ¿Por qué no aprenderé? -suspiró.
– Porque eres una cabezota.
– Gracias.
– Te lo dice un experto -aseguró Kovac antes de acercarse y rodearle los hombros con un brazo-. Vamos, Tinks. A menos que decidas salir corriendo y pegarle un par de tiros en la cabeza a ese cabrón, aquí hemos terminado. Déjalo por hoy y vete a casa. Te enviaré un coche patrulla.
– No necesito… -intentó protestar Liska con una mueca.
– Sí que necesitas. Tú has desenmascarado a Rubel, pequeña, y sabe dónde vives.
Un escalofrío le recorrió la columna vertebral como un dedo helado.
– ¿Sabes? -suspiró, apoyando la cabeza en el hombro de Kovac-. A veces me gustaría ser camarera.