El tercer gemelo
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Ayer acab? otra novela de Ken Follet de las que tengo por casa pendientes.
El tercer gemelo habla sobre el tema de la clonaci?n de seres humanos. Una empresa pionera en estas investigaciones decide, all? por los a?os setenta, lanzar sus pruebas a los seres humanos pero sin advertir a los afectados.
Veintitr?s a?os despu?s de que se llevaran a cabo algo har? que se descubra todo el pastel, gracias a una profesora que trabaja para esa empresa sin saber el fin real de sus estudios.
“Una joven cient?fica est? desarrollando una investigaci?n sobre la formaci?n de la personalidad y las diferencias de comportamiento entre gemelos. De pronto, cuando descubre dos gemelos absolutamente id?nticos nacidos de madres distintas, se da cuenta de que alguien intenta frenar su investigaci?n al precio que sea.
?Es posible que se hayan hecho experimentos secretos de clonaci?n en seres humanos sin ser ellos conscientes? ?Y de qu? forma puede estar involucrado un candidato a la presidencia de los Estados Unidos?”
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– Creo que probablemente lo es…
No esperaba encontrar a Mish en su despacho: eran las nueve de la noche. Su intención consistía en dejarle un recado para que se lo transmitieran. Por suerte, sin embargo, Mish se encontraba aún en el edificio.
– Estaba poniendo al día mi papeleo burocrático -explicó-. ¿Qué sucede?
– Steve Logan y Dennis Pinker no son gemelos.
– Pero creí…
– Son trillizos.
Hubo una larga pausa. Cuando Mish volvió a hablar, su tono era cauteloso.
– ¿Cómo lo sabes?
– ¿Recuerdas que te conté cómo di con Steve y Dennis… a través de la revisión de una base de datos, buscando parejas con historia les semejantes?
– Sí.
– Esta semana repasé el archivo de huellas dactilares del FBI en busca de huellas que fueran similares. En el programa me han salido Steve, Dennis y un tercer individuo en un grupo.
– ¿Tienen huellas dactilares idénticas?
– Idénticas con exactitud, no. Similares. Pero acabo de llamar al tercer sujeto. Su voz era igual que la de Steve. Estoy dispuesta a apostarme el cuello a que se parecen como dos gotas de agua. Debes creerme, Mish.
– ¿Tienes una dirección?
– Si. De Nueva York.
– Dámela.
– Con una condición.
La voz de Mish se endureció.
– Estás hablando con la policía, Jeannie. Nada de imponer condiciones, te limitas a responder a nuestras malditas preguntas y a otra cosa. Ahora, dame esa dirección.
– Tengo que darme una satisfacción. Quiero verle.
– Lo que quieres es ir a la cárcel, esa es la cuestión en lo que a ti concierne en estos momentos, porque si no quieres verte entre rejas, dame esas señas.
– Quiero que vayamos a verle las dos juntas. Mañana.
Otra pausa.
– Debería meterte en el talego por proteger a un delincuente.
– Podríamos coger el primer avión que salga para Nueva York mañana por la mañana.
– Vale.
