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Amberes

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Amberes
Название: Amberes
Автор: Bola?o Roberto
Дата добавления: 16 январь 2020
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Amberes читать книгу онлайн

Amberes - читать бесплатно онлайн , автор Bola?o Roberto

Roberto Bola?o publica ahora una novela que escribi? 22 a?os atr?s y que reconoce como un juguete a la medida de sus curiosidades de entonces: Amberes. Estructurada a partir de cap?tulos breves que se entrecruzan, la novela acude a un uso embrionario de recursos que en el futuro expresar? a plenitud: los personajes exc?ntricos y las situaciones raras de la vida n?mada, donde brilla una prosa de enorme calidad. La anarqu?a feliz.

Un polic?a perdido entre Castelldefels y Barcelona, una pelirroja de la que todos hablan pero nadie ha visto, un vagabundo jorobado que vive en un bosque, un asesinato congelado en la memoria de unos pocos, escenas sadomasoquistas que aparecen como rel?mpagos… Una novela que transcurre a orillas de un mar desierto, durante un largo oto?o y que es una nueva muestra del prodigioso talento narrativo de Roberto Bola?o.

M?s que una novela, Amberes es un embri?n narrativo. De haberse le?do en el momento en el que, seg?n Roberto Bola?o (Santiago de Chile, 1953), fue escrita, quiz? no hubiera sido posible imaginar que poco m?s de tres lustros despu?s el mismo autor se encontrar?a escribiendo Los detectives salvajes (1998). Hoy, es evidente que Bola?o aviva el pulso de la literatura hispanoamericana, igual que, digamos, Ricardo Piglia (Adrogu?, 1941), ?nico escritor con el que puede establecerse un arbitrario parang?n, y que en 1980 public? su insuperable opera prima, Respiraci?n artificial. As? bien, esta primera novela no declarada de Bola?o se antoja como un ca?tico big bang de estilo.

La prosa de Amberes es impecable, s?, mas no es posible saber qu? tanto fue convertida a la voz actual de Bola?o, las atm?sferas, por su parte, son notables, inspiradas quiz? en el peor de los sue?os recurrentes del autor y que parecen la emulaci?n temprana de un David Lynch que apenas comenzaba entonces, como Bola?o mismo, a gestarse.

De una trama es imposible hablar, dado que no existe (y tampoco importa que exista): hay un polic?a que busca resolver un crimen, una pelirroja desaparecida, un jorobadito mexicano que habita el bosque en donde se proyectar? una pel?cula y una serie de escenas casi pornogr?ficas estelarizadas por el polic?a y una mujer tal vez demasiado joven, adem?s de la s?bita aparici?n de un tal Roberto Bola?o, quiz? el extranjero del que se hace menci?n de vez en cuando.

Entonces, ?qu? es Amberes y por qu? su lectura invita al asombro, la admiraci?n y la rese?a? Ya la llam? un embri?n narrativo, met?fora de la concepci?n de una prosa, as? que dir? que tambi?n se trata del rev?s de un divertimento, m?s a?n, del subconsciente, entendido como tropo, de una novela que (todav?a) no existe.

Dividido en 56 partes (peculiar mitosis: el libro apenas cuenta con 119 p?ginas e incluye un pu?ado de diagramas muy parecidos a aquellos con los que concluye Los detectives salvajes), Amberes es a la vez un thriller de corte noir pornogr?fico y un ejercicio de flujo de conciencia a ratos l?cido, luminoso, y a otros confuso, m?s oscuro que turbio, en suma, un l?mbico claroscuro compuesto por instantes narrativos cuyo orden es m?s un capricho que una necesidad argumental, lo que no significa que Amberes carezca de pies o de cabeza, aunque resultan dif?ciles de discernir cuando a un embri?n se observa.

Amberes es una primera novela, si acaso en el prol?fico caj?n de Bola?o no hay otra, all? escondida al fondo: tanto Los detectives salvajes como La literatura nazi en Am?rica (1996) tuvieron sus codas, a saber Amuleto (1999) y Estrella distante (1996), respectivamente. Y tanto Monsieur Pain (1999) como Nocturno de Chile (2000) son un par de nouvelles, ?stas s? declarados divertimentos si se les compara con la ya monol?tica Los detectives salvajes.

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33. LA PELIRROJA

Tenía dieciocho años y estaba metida en el negocio de las drogas. En aquel tiempo solía verla a menudo y si ahora tuviera que hacer un retrato robot de ella creo que no podría. Seguramente tenía nariz aguileña y durante algunos meses fue pelirroja; seguramente alguna vez la oí reírse detrás de los ventanales de un restaurante mientras yo aguardaba un taxi o simplemente caminaba bajo la lluvia. Tenía dieciocho años y una vez cada quince días se metía en la cama con un tira de la Brigada de Estupefacientes. En los sueños ella aparece vestida con vaqueros y suéter negro y las pocas veces que se vuelve a mirarme se ríe tontamente. El tira la ponía a cuatro patas y se agachaba junto al enchufe. El vibrador ya no tenía pilas y él se las ingenió para hacerlo funcionar con electricidad. El sol se filtra por el verde de las cortinas, ella duerme con las medias hasta los tobillos, bocabajo, el pelo le cubre el rostro. En la siguiente escena la veo en el baño, asomada al espejo, luego exclama buenos días y sonríe. Era una muchacha dulce y que no evitaba ciertos compromisos: quiero decir que en ocasiones podía levantarte el ánimo o prestarte algo de dinero. El tira tenía una verga enorme, por lo menos ocho centímetros más larga que el consolador, y se la metía raras veces. Supongo que de esa manera era más feliz. Miraba con ojos acuosos su polla erecta. Ella lo contemplaba desde la cama… Fumaba cigarrillos rubios y posiblemente alguna vez pensó que los muebles del dormitorio y hasta su amante eran cosas huecas a las que debía dotar de sentido… Escena teñida de morado: aún sin bajarse las medias hasta los tobillos, relata lo que le ha pasado durante el día… «Todo está asquerosamente inmóvil, fijo en algún punto del aire.» Lámpara de cuarto de hotel. Cenefa verde oscura. Alfombra desgastada. Muchacha a cuatro patas que gime mientras el vibrador entra en su coño. Tenía las piernas largas y dieciocho años, en aquel tiempo estaba en el negocio de la droga y no le iba mal, incluso abrió una cuenta corriente y se compró una moto. Tal vez parezca extraño pero yo nunca deseé acostarme con ella. Alguien aplaude desde un rincón oscuro. El policía se acurrucaba a su lado y la tomaba de las manos. Luego guiaba éstas hasta su entrepierna y ella podía estar una hora o dos haciéndole una paja. Durante ese invierno llevó un abrigo de lana, rojo y largo hasta las rodillas. Mi voz se pierde, se fragmenta. Creo que sólo se trataba de una muchacha triste, extraviada ahora entre la multitud. Se asomó al espejo y dijo «¿hoy has hecho cosas hermosas?». El tira de Estupefacientes se aleja por una avenida sombreada de alerces. Sus ojos eran fríos, a veces aparece en mis pesadillas sentada en la sala de espera de una estación de autobuses. La soledad es una vertiente del egoísmo natural del ser humano. La persona amada un buen día te dirá que no te ama y no entenderás nada. Eso me pasó a mí. Hubiera querido que me explicara qué debía hacer para soportar su ausencia. No dijo nada. Sólo sobreviven los inventores. En mi sueño un vagabundo viejo y flaco aborda al policía para pedirle fuego. Al meter la mano en el bolsillo para sacar el encendedor el vagabundo le ensartó una navaja. El poli cayó sin emitir ruido. (Estoy sentado en mi habitación del Distrito V, inmóvil, sólo muevo el brazo para llevarme el cigarrillo a la boca.) Ahora le toca a ella perderse. Se suceden rostros de adolescentes en el espejo retrovisor de un automóvil. Un tic nervioso. Fisura, mitad saliva, mitad café, en el labio inferior. La pelirroja se aleja arrastrando su moto por una avenida arbolada… «Asquerosamente inmóvil»… «Le dice a la niebla: todo está bien, me quedo contigo»…

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