-->

Papillon

На нашем литературном портале можно бесплатно читать книгу Papillon, Charri?re Henri-- . Жанр: Триллеры. Онлайн библиотека дает возможность прочитать весь текст и даже без регистрации и СМС подтверждения на нашем литературном портале bazaknig.info.
Papillon
Название: Papillon
Автор: Charri?re Henri
Дата добавления: 16 январь 2020
Количество просмотров: 332
Читать онлайн

Papillon читать книгу онлайн

Papillon - читать бесплатно онлайн , автор Charri?re Henri

Andaba yo por los seis a?os cuando mi padre decidi? que pod?a prestarme sus libros sin temor a destrozos. Hasta ese momento, mi biblioteca b?sica se restring?a al TBO, Mortadelos variados, y cualquier libro de categor?a infantil-juvenil que me cayera como regalo en las fechas oportunas. Por desgracia (o quiz? ser?a m?s justo decir por suerte. S?lo quiz?), la econom?a familiar no estaba para seguir el ritmo de mis `pap?, que me he acabado el tebeo, c?mprame otro`. A grandes males, grandes remedios, y el viejo debi? de pensar que a mayor n?mero de p?ginas a mi disposici?n le incordiar?a menos a menudo (se equivocaba, pero esto es otra historia).

En cualquier caso, poco tiempo despu?s de tener carta blanca para leer cualquier cosa impresa que fuese capaz de alcanzar de las estanter?as, me llam? la atenci?n un libro cuya portada estaba dominada por el retrato de un se?or de aspecto campechano bajo la palabra Papill?n. Nada m?s. Sin tener a mano a nadie a quien preguntar de qu? iba la cosa (yo estaba de vacaciones, el resto de la familia trabajando), lo cog?, me puse a hojearlo, y… De lo siguiente que me di cuenta fue de que hab?an pasado varias horas y me llamaban para cenar. No me hab?a enterado. Yo estaba muy lejos. En las comisar?as de la poli francesa. En un juicio. Deportado a la Guayana. Intentando salir de Barranquilla. Contando la secuencia de las olas en la Isla del Diablo para adivinar el momento adecuado para saltar y que la marea me llevase lejos sin destrozarme contra los acantilados. Dando paseos en la celda de castigo (`Un paso, dos, tres, cuatro, cinco, media vuelta. Uno, dos…`).

Ser?a exagerado decir que entend? perfectamente todo lo que le?a, problema que qued? resuelto en posteriores relecturas a lo largo de los a?os, pero me daba igual. Lo cierto es que fue una lectura con secuelas que llegan hasta hoy. No s?lo en cuanto a influencias en el car?cter, actitudes, aficiones y actividades, que las hubo, con el paso de los a?os tambi?n tuve mi propia raci?n de aventuras, con alguna que otra escapada incluida (aunque esto, tambi?n, es otra historia). Adem?s, y m?s importante en cuanto al tema que nos ocupa, influy? en mi punto de vista a la hora de apreciar las lecturas.

Con el tiempo he acabado leyendo de todo y aprendido a disfrutar estilos muy diversos. Y cada vez s? darle m?s importancia al c?mo est?n contadas las cosas, adem?s de lo que se cuenta en s?. Pero hay algo sin lo que no puedo pasar, y es la sensaci?n de que exista un fondo real en la historia y en los personajes. Da igual que sea ficci?n pura y me conste que todo es invenci?n: si el autor no es capaz de convencerme de que me habla de alguien de carne y hueso (o metal o pseud?podos, tanto da, pero que parezca real) a quien le ocurren cosas reales, y que reacciona a ellas de forma cre?ble, es poco probable que disfrute de la lectura por bien escrito que est? el relato. No es de extra?ar que de esta forma prefiera con mucho la vuelta al mundo de Manuel Leguineche antes que la de Phileas Fogg, aunque Manu tardase 81 d?as y perdiese la apuesta…

Por supuesto, no siempre, pero a menudo, es m?s sencillo hacer que suene convincente algo que ha pasado: basta con contar bien la historia y no hay que molestarse en inventarla. Charri?re lo ten?a f?cil en ese aspecto, el argumento estaba escrito. Pero esto no quita m?rito a una obra como Papill?n, que resulta un modelo excelente de c?mo describir lugares y personajes, narrar aventuras y tener al lector sujeto en un pu?o. La ventaja en atractivo que podr?a tener el `esto ocurri? realmente` es algo que se diluye con el tiempo, y la historia de un hombre castigado por un delito que no cometi? y sus intentos de evasi?n del lugar donde est? encerrado no era siquiera original cuando Charri?re escribi? su autobiograf?a.

Pero lo cuenta tan bien que lo vives como si estuvieras ah?. Y eso es lo importante.

Внимание! Книга может содержать контент только для совершеннолетних. Для несовершеннолетних чтение данного контента СТРОГО ЗАПРЕЩЕНО! Если в книге присутствует наличие пропаганды ЛГБТ и другого, запрещенного контента - просьба написать на почту [email protected] для удаления материала

Перейти на страницу:

– ¡Hablad en francés, maldita sea, para que os entiendan.

– Salchicha inglesa dice Cuic-Cuic.

– No, no es del todo una salchicha; es un dirigible.

Ahora que está bajo y gira por encima de nosotros en círculos estrechos, se ve con detalle el enorme ingenio. Sacan unas banderas y nos hacen señales con ellas. Como no comprendemos nada, no podemos responder. El dirigible insiste, pasando aún más cerca de nosotros, hasta el punto de que se distingue a las personas en la carlinga. Luego, se van derechos hacia tierra. Menos de una hora después, llega un avión que da muchas pasadas encima de nosotros.

El mar se ha embravecido, y el viento, de repente, se ha hecho más fuerte. El horizonte está claro por todos lados. No hay peligro de lluvia.

– Mira dice el manco.

– ¿Dónde?

– Allá lejos, ese punto hacia donde debe de estar la tierra. Ese punto negro es un barco.

– ¿Cómo lo sabes?

– Lo supongo, e incluso te diré que es una lancha rápida.

– ¿Por qué?

– Porque no desprende humo.

En efecto, no menos de una hora después, se distingue con mucha claridad un barco de guerra gris que parece dirigirse en derechura hacia nosotros. Aumenta, o sea que avanza a una velocidad prodigiosa, con su proa dirigida hacia donde estamos, hasta el punto de que tengo miedo de que pase demasiado cerca de nosotros. Sería peligroso, pues el mar está embravecido y su estela, contraria a la ola, podría echarnos a pique.

Es un torpedero de bolsillo, El Tarpon, según podemos leer cuando trazando un semicírculo, se muestra en toda su longitud. Con la bandera inglesa flotando a proa, esta lancha, después de haber descrito el semicírculo, se nos viene encima lentamente por la popa. Prudentemente, se mantiene a la misma altura y velocidad que nosotros. Gran parte de la tripulación está sobre el puente, vestida con el azul de la Marina inglesa. Desde la pasarela, con un megáfono ante la boca, un oficial de blanco grita:

– Stop. You stop!

– ¡Arríalas velas, Cuic-Cuic!

En menos de dos minutos, vela, trinquete y foque son retirados. Sin vela estamos casi detenidos; sólo las olas nos arrastran de través. No podemos permanecer mucho tiempo así sin peligro. -Una embarcación que carece de impulso propio, motor o viento, no obedece al timón. Es muy peligroso cuando las olas son altas. Sirviéndome de las dos manos como bocina, grito:

– ¿Habla usted francés, captain?

Otro oficial toma el megáfono del primero.

– Sí, captain, comprendo el francés.

– ¿Qué quieren ustedes?

– Izar a bordo su embarcación.

– No. Es demasiado peligroso; no quiero que me la rompan. -Nosotros somos un buque de guerra que vigila el mar, y ustedes deben obedecer.

– Me cisco en ello, porque nosotros no hacemos la guerra.

– ¿No son ustedes náufragos de un buque torpedeado?

– No. Somos evadidos de un presidio francés.

– ¿Qué presidio? ¿Qué es, qué quiere decir presidio?

– Prisión, penitenciaría. Convia, en inglés, Hard labour.

– ¡Ah! Sí, sí, comprendo. ¿Cayena?

– Sí, Cayena.

– ¿A dónde van ustedes?

– Brifish Honduras.

– No se puede. Deben tomar la ruta Sursudoeste y dirigirse a Georgetown. Obedezca, es una orden.

– De acuerdo.

Le digo a Cuic-Cuic que ice las velas y partimos en la dirección mandada por el torpedero.

Oímos un motor detrás de nosotros. Es una chalupa que han botado del barco. No tarda en alcanzarnos. Un marino, con el fusil en banderola, está en pie a proa. La chulapa viene por la derecha y nos roza literalmente, sin detenerse ni pedir que nos paremos. De un brinco, el marino salta a nuestra canoa. La chulapa continúa y va a reunirse con la lancha.

– Good after noo [9] – dice el marino.

Avanza hacia mí, se sienta a mi lado y, luego, coloca la mano en la barra y dirige la embarcación más al Sur de lo que yo hacía. Le dejo la responsabilidad de gobernar, observando su modo de hacer. Sabe maniobrar muy bien; sobre eso, no cabe ninguna duda. Pese a todo, me quedo en mi sitio. Nunca se sabe.

– ¿Cigarettes?

Saca tres paquetes de cigarrillos ingleses y nos da uno a cada uno.

– Seguro dice Cuic-Cuic- que le han dado los paquetes de cigarrillos justo cuando se ha embarcado, pues no debe pasear se con tres paquetes encima.

Me río de la reflexión de Cuic-Cuic y, luego, me ocupo del marino inglés, que sabe manejar la embarcación mejor que yo. Puedo pensar con toda tranquilidad. Esta vez, la fuga ha sido un éxito definitivo. Soy un hombre libre, libre. Un sofoco me atenaza la garganta, y hasta creo que unas lágrimas asoman a mis ojos. Sí, estoy definitivamente libre, puesto que, desde la guerra ningún país devuelve a los fugados.

Antes de que termine la guerra, tendré tiempo de conseguir que me estimen y me conozcan en cualquier país donde me establezca. El único inconveniente es que, con la guerra, quizá no pueda elegir el país donde quisiera quedarme. Me da lo mismo, pues, en cualquier lugar donde viva, en poco tiempo me habré ganado la estima y la confianza de la población y de las autoridades por mi manera de vivir, que debe de ser y será irreprochable. Mejor aún: ejemplar.

La sensación de seguridad de haber salido victorioso al fin del camino de la podredumbre es tal, que no pienso en otra cosa. ¡Por fin has ganado, Papillon! Al cabo de nueve años, has salido definitivamente victorioso. Gracias, buen Dios; quizás hubieras podido hacerlo antes, pero tus caminos son misteriosos y no me quejo de Ti, pues gracias a tu ayuda aún soy joven, sano y libre.

Al pensar en el camino recorrido en estos nueve años de presidio, más los dos cumplidos antes en Francia, once en total, sigo el brazo del marino que me dice:

– Tierra.

A las cuatro de la tarde, tras haber contorneado un faro apagado, entramos en un río enorme, Demerara Ríver. Reaparece la chalupa, el marino me devuelve la barra y va a colocarse a proa. Agarra una gruesa cuerda al vuelo, que ata al banco de delante. El mismo arría las velas y, suavemente arrastrado por la chalupa, remontamos unos veinte kilómetros este río amarillo, seguidos a doscientos metros por el torpedero. Después de un recodo, surge una gran ciudad:

– grita el marino inglés.

En efecto, entramos en la capital de la Guayana inglesa, suavemente remolcados por la chalupa. Muchos buques de carga guardacostas y barcos de guerra. Al borde del río, están emplazados cañones en torretas. Hay todo un arsenal, tanto en las unidades navales como en tierra.

Es la guerra. Sin embargo, están en guerra desde hace más de dos años y yo no lo había notado. Georgetown, la capital de la Guayana inglesa, puerto importante sobre el Demerara River, está ciento por ciento en pie de guerra. La impresión de una ciudad en armas me causa extrañeza. Apenas atraca en un pontón militar, cuando el torpedero que nos sigue se acerca lentamente y, a su vez, atraca. Cuic-Cuic con su cerdo, Hue con un hatillo en la mano y yo sin nada subimos al muelle. En este pontón, reservado a la Marina, no hay ningún civil. Sólo marinos y militares. llega un oficial; le reconozco. Es el que me ha hablado en francés desde el torpedero. Cortésmente, me tiende la mano, y me dice:

– ¿Se encuentra usted bien? -sí, capitán.

– Perfecto. Sin embargo, tendrá que pasar por la enfermería, donde le pondrán varias inyecciones. Sus dos amigos también.

Перейти на страницу:
Комментариев (0)
название