La Telara?a China
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Inspectora Liu, ?necesito recordarle que China tiene costumbres y rituales para tratar a sus hu?spedes? Use su shigu, su experiencia de la vida.
Todos los extranjeros, tanto si se trata de desconocidos o de demonios como este visitante, son potencialmente peligrosos. No demuestre ira ni irritaci?n. Sea humilde, prudente y cort?s.
El viceministro apoy? la mano sobre el hombro de la inspectora.
H?gale creer que existe un v?nculo entre usted y ?l. As? hemos tratado a los extranjeros durante siglos. As? tratar? usted a este extranjero mientras sea nuestro hu?sped.”`
En un lago helado de Pek?n aparece el cad?ver del hijo del embajador norteamericano. La dif?cil y ardua investigaci?n es asignada a la inspectora Liu Hulan. A miles de kil?metros, un ayudante de la fiscal?a de Los ?ngeles encuentra en un barco de inmigrantes ilegales el cad?ver de un Pr?ncipe Rojo, el hijo de uno de los hombres m?s influyentes de China…
Una impactante novela de intriga que recrea el conflicto que se produce entre dos pa?ses diametralmente opuestos cuando sus gobiernos se ven obligados a colaborar en pie de igualdad.
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– No es decisión mía -dijo Liu, como si leyera los pensamientos de Hulan-. Se ha tomado a un nivel mucho más alto. No es de mi incumbencia discutir con mis superiores. Además, es quien más experiencia tiene con los extranjeros. Vivió en Estados Unidos. Habla su lengua. Conoce su estilo de vida decadente.
Una vez más, Liu miró sus notas.
– Bien -dijo tras unos instantes de tensión-, la mejor noticia que puedo darle es que esta vez Estados Unidos nos envía a un representante. Veamos… Tengo su nombre por alguna parte. -Liu fingió consultar sus papeles-. David Stark, un ayudante de fiscal.
El viceministro Liu alzó la vista y sonrió a Hulan con aire expectante. Junto a ella, Zai se agitó incómodo en su butaca. Hulan no dijo nada.
– Debemos ayudar a ese americano -prosiguió el viceministro, aún sonriente-. Con ello, ayudaremos también a nuestro compatriota, Guang Mingyun. Pero debo recordarles a ambos cuán importante es que el extranjero no vea nada desagradable.
– Eso es bastante difícil en una investigación por asesinato, ¿ no cree?
El hombre que tenía frente a ella rió.
– Inspectora Liu, ¿necesito recordarle que China tiene costumbres y rituales para tratar a los huéspedes? Use su shigu, su experiencia en la vida. Todos los extranjeros, tanto si se trata de desconocidos, ajenos a una familia, o diablos extranjeros como ese visitante, son potencialmente peligrosos. No demuestre ira ni irritación. Sea humilde, prudente y cortés. -El viceministro se levantó y rodeó la mesa para apoyar torpemente la mano sobre el hombro de Hulan-. Hágale creer que existe un vínculo entre los dos, que le está obligado, que no debería causarle jamás ningún tipo de molestia. Así hemos tratado a los extranjeros durante siglos. Así tratará usted a ese extranjero mientras sea nuestro huésped.
Hulan abandonó el despacho sumida en profundas reflexiones. Dio un respingo cuando notó una mano sobre el brazo, y al alzar los ojos vio que se trataba de Zai, que le hizo señas para que lo siguiera. Zai no se detuvo hasta que llegaron a la escalera de atrás y, una vez allí, miró alrededor para comprobar si había alguien cerca.
– Tu padre siempre ha sido muy bueno para descubrir hechos -dijo.
– Yo estaba pensando justamente lo contrario -replicó ella con una carcajada.
– ¡Piensa, Hulan, piensa! -dijo el jefe de sección Zai con brusquedad-. Debe de conocer muy bien tu dangan para haber descubierto la relación.
– Si, estuve en Estados Iinidos -dijo Hulan tras asentir con aire pensativo-. Sí, el abogado Stark y yo trabajamos en el mismo bufete. Pero mi situación era peculiar en aquella época. No creo que sea un secreto, tío: -Hulan usó el tratamiento para demostrar su respeto por la preocupación de Zai.
– No te has preguntado quién dio el visto bueno a esta cooperación? Tuvo que ser alguien muy poderoso. Quizá proceda del Ministerio de Asuntas Exteriores, quizá del Ministerio de Seguridad del Estado, quizá… No sé…
– Tío -dijo ella, observando el rostro preocupado de su mentor-, aunque la orden procediera del mismísimo Deng, ¿qué me importa? Me ha sido asignado un trabajo. No tengo alternativa.